sábado, 24 de agosto de 2019

ARCÁNGELES DEL POSTIEMPO

Este pictocaligrama, mi pictocaligrama, presente la imagen de un buitre gris oteando a sus pies las posíbles víctimas de su banquete de carroña. Las suyas y las de sus congéneres. Buscando pues un cadáver este arcángel limpiador de la muerte, este desinfectante de carne putrefacta, por lo mismo como representante claro de la muerte, de la que se convierte en su comensal ha tenido siempre una injusta mala prensa. Incapaz absolutamente de cazar como muestran algunos vídeos mentiroso y trucados de ganaderos interesados en cobrar por los corderos, cabritos o becerras los estipendios de los supuestos desmanes de lobos, osos o buitres y en culpabilizarles de todo a los supuestos carniceros salvajes...

Este arcángel de la Muerte o la Parca agiliza el olvido de los animales vertebrados (hombre incluido) limpiando de carroña los lugares donde habita. Su aspecto asimilado a lo desagradable se le deduce de este parentesco con la muerte y de su graznido (de ahí que, como los córvidos, se las considere aves de mal agüero, que preconizan y adivinan la muerte), pero volando, planeando es un ave, como todas las rapaces, majestuosa, de vuelo bellísimo, silencioso, solemne...

Si la imagen ya es clara en esa relación con la muerte. Mi poema, el poema que lo integra, redunda en esta relación con en esa majestuosidad de su vuelo... Un ángel, un arcángel de la Muerte a la que seguirá el postiempo, en contraposición al Tiempo de Vida y por lo mismo, tan arcángel dKronos-Saturno, el Tiempo, como de la Muerte o Parca que indica el final de la Vida y la vuelta a la Tierra, ya hueso próximo a la piedra calcárea misma, a la que acabará integrándose, como fósil, como química de composición o como ambas. Tanta es así, que la vida es asimilada me tafórica y simbólicamente, a su tiempo de vivencia como los relojes que la miden y estos, invisibles a los círculos que los buitres trazan en su vuelo.Y dice así:

Ojo avizor otea la llanura...
Relojes y relojes invisibles
en el cielo escribe de incomprensibles
tiempos que se agotan en la textura
millonaria de las vidas que aún viven
y ellos, matemáticamente escriben

sus nombres uno a uno sentenciados...
Infinitos arcángeles umbríos,
definidores del postiempo, fríos,
calculadores, echando los dados.
Gira el solemne baile de la muerte,
ruletas con la bola de la suerte

aciaga y avistado el cuerpo fútil
y percibido el hedor del siniestro,
ejecutan la orden de su maestro
Kronos cuando se ha cumplido el tiempo útil.
Solemnes vuelan ya en las alturas,
tenaces, buscando criaturas.

Y estas conocen su cruel sentencia,
escrita en el instante que nacieron.
DE ello se olvidaron mientras vivieron,
mas Kronos nunca olvida esa incidencia.
Sus arcángeles te buscan hambrientos.
Te vigilan silenciosos a cientos.

De las heridas de los roquedales
se lanzan majestuosos al vacío,
surgidos de algún antro siempre umbrío
silenciosos espectros fantasmales,
limpiadores de la putrefacción,
buscando en la carroña su razón.

MANUEL MILLÁN CASCALLÓ


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