viernes, 29 de abril de 2011

ESPEJO DE CIUDAD

Entre el caligrama y el pictograma caligramático, la imagen del poema muestra un edificio urbano, equiparable al de cualquier ciudad del mundo y como elemento representativo del mundo actual como de la sociedad occidental en sí misma. Las letras que componen el poema, a la clara luz solar del día, se muestran atrapadas en los cristales que componen la fachada acristalada del mismo en equiparación simbólica a la de sus propios habitantes, igualmente presos de sí mismos, de la ciudad, de la realidad que viven y de su propio entorno.

A la sombra o a la luz del día; en clara transparencia o en penumbra, el poema grita su angustia vital al mundo que lo contempla en una soledad tan inhóspita como la del propio edificio.

El poema, reza así:
Desde tu prisión de cristalinas rejas,
la alucinación de bosques y palmeras
que oculta el acantilado de edificios
y la red de asfalto que cubre las quejas
de los habitantes a quien desesperas,
del pueblo millonario en penas y oficios,
preso de tus artes y arcanas calderas.
Ignoran tu infierno tras de escaparates
y viven el sueño de tu ambiguo nexo.
Tu bella paz de diseño esconde tus zarpas,
las cadenas que niegas tras los dislates,
tu engañoso espejo cóncavo-convexo,
tu asesina sirena tañida en arpas,
imán de navegantes de todo sexo
y tus fauces de caníbal bajo techo,
disfrazando tu verdad de ogro maltrecho

MANUEL MILLÁN CASCALLÓ

viernes, 22 de abril de 2011

EN ESTOS TIEMPOS EN QUE REINA LA HIPOCRESÍA

El caligrama mezcla las técnicas del caligrama con las del pictograma para fusionarlo con la imagen. El poema diseña las figuras humanas principales, las que están completas o casi completas en primera fila para diluirse en la masa humana y ésta en el paisaje urbano de una ciudad griega, Atenas, que podría ser cualquiera de la Comunidad Económica Europea, de Europa, de EEUU, de Japón... que protesta contra las medidas que los gobiernos toman para superar la crisis: cargar todo el peso en regular los salarios de las clases trabajadoras y el funcionariado, reducir, plantillas, rebajar sueldos, congelar y reducir pensiones y gastos sociales... mientras los gobiernos ayudan a banqueros y grandes empresarios, accionistas, especuladores y grandes fortunas y grandes salarios de los acomodados que, amén de haber provocado la crisis, se regodean de ella  y de nosotros utilizando las ayudas para pagar sus pluses y sus sueldos estratosféricos y ahuyentando toda posibilidad de aumentar impuestos y medidas fiscales contra sus abusos.

Caligrama, imagen y poema, se centran en las airadas protestas griegas que preceden a su hundimiento económico y posterior rescate para mostrar el descontento social, la ira desatada y desatendida por los,  poderes sociales y económicos en busca de salvar el sistema económico, el capital, sus puestos, su poder y sus pudendos traseros en sus poltronas, amé de los estados, los partidos políticos y sus estructuras, haciendo recaer el peso de la crisis sobre los más desamparados (parados, obreros, pensionistas, emigrantes, marginados...) y sobre el funcionariado para salvar las economías  globales, particulares, bancarias y estatales, mientras colocan en la picota a las masas, expolian y minimizan sus conquistas y ayudas sociales, reducen sus plantillas y gastos sociales sin asumir ninguna medida contra los pudientes, los especuladores y los poderosos que sustentan un sistema corrupto e injusto abocado a abismar las diferencias sociales, reducir las ayudas sociales del estado de bienestar y las clases medias y aumentar el proletariado e beneficio de una economía global y de mercado y que son, en definitiva, los verdaderos y principales factores que han provocado la crisis.

El abuso de unos, viviendo por encima de sus posibilidades, falseando bajas en el trabajo, malgastando capital, y que constituyen las clases menesterosas, no oculta ni desdice de un abuso y corrupción mucho mayores y decisivos de las clases pudientes y sus especulaciones estratosféricas, mentirosas y abusivas.
 
Si la imagen muestra el enfado social de los que realmente sufren la crisis, el poema lo avala y certifica y me coloca indefectiblemente al lado de éstos, al lado de la justicia social y de la denuncia y al lado de sus airadas y justas protestas.

El poema reza así:
Arde la pasión, prende la ira toda fuego.
Voraz tu frío corazón pintando de Muerte
la vida de quien lucha, arduo sudor, por su suerte
y, día a día, la pelea, forzando su ego

tan sólo por vivir apasionado cuan ciego.
Mas viene la avaricia pisando siempre fuerte
y acaba con el Mundo, arruinado, cuerpo inerte
que, por su corrupción, herido, es dolor y ruego.

Y en manos del dinero, carga su deuda al pueblo,
la crisis que su ruindad ha provocado, abismo,
del que quiere salir indemne con su cinismo,

pone las cargas del Estado en manos del pueblo,
y vive, en la riqueza, del vulgo engañado,
vendiéndonos, que, el funcionario, es quien lo ha arruinado

Y arde la pira, al fin, de indignación desbordada,
vuela en pedazos la paciencia, la ira arde en llamas;
raro será que la violencia se ande por las ramas,
la tolerancia se ha convertido en furia y nada

la puede parar: muere la razón apartada
por la sinrazón de la iracundia y mil proclamas
invaden la calle en las gargantas de hombres y damas,
que arrojando están su rebeldía desatada

a quienes los malgobiernan al capricho del dinero.
Y aquí estoy, gritando con ellos, porque soy pueblo,
defendiendo cuanto es mío, cuanto gané y quiero

porque es mi derecho y es derecho de este pueblo
que atruenen las calles la justa ira liberada:
sea la indignación arrojadiza granada.

MANUEL MILLÁN CASCALLÓ




domingo, 17 de abril de 2011

TORO: LA CEREMONIA DE LA MUERTE

El caligrama representa una corrida de toros, surgió, junto con una serie de poemas, en comnemoración, tanto de la bolición de corridas de toros en Cataluña como por el Centenario del nacimiento de Miguel Hernández, quien tanto amó este espectáculo como para guiar varios de  sus mejores poemas y escribir una enciclopedia del toreo junto con Cossío (y no fue precisamente el único, entre otros Federico García Lorca, y su Llanto a la Muerte de Ignacio Sánchez Mejía). Así, el poema y caligrama muestra al ser humano, a la España de casta ante su propia encrucijada ante su ritual más espectacular, más dramático, más atormentado, más humano, denunciado, no sin razón, por los antitaurinos, pero aprovechado de manera injustificable por los independentistas, que bien supieron ver el cariz monstruoso de la muchedumbre alentando y disfrutando de la muerte de un animal sacrificado, pero no supieron apreciar ni el valor del torero que se juega la vida, ni el cariz equivalente de los Correbous catalanes, ni apreciar que la verdadera tortura no está en la muerte del animal (quien además tiene la oportunidad de salvar su vida si mata al torero), sino precisamente en todo lo que le acompaña: ser trasladado de forma vejatoria hasta un lugar donde va a ser vejado, soltarle ante el griterío humano, clavarle banderillas y puyas, obligarle el instinto a empitonar el rojo de la capa y finalmente el sufrimiento definitivo de la muerte, sí, pero para morir nace todo ser vivo... Hay algo peor, salir vivo de la afrenta par repetrirle la tortura hasta el infinito (como haría el Correbou, allí donde sufre un fuego que ve y siente y que le persigue tanto como la masa que le acosa).

El poema insiste sobre el hecho de la ceremonia de la muerte y el sentido, arcaico del sacrificio, y deja en suspenso, pero latente, el hecho de que su supervivencia se debe a esa constación ancestral de medirse ante la bravura y de rito de consagración del guerrero, en este caso, el torero, de superar el valor, el miedo, la muerte, venciendo a la fiera, que desde las prehistóricas ceremonias de iniciación  de un guerrero (que antiguamente se aplicaba a todo varón para consagrar su consunción de la madurez, demostrándole un guerrero capaz de superarse a sí mismo como superviviente ante las máximas amenazas a su supervivencia) subyace en el toreo, como ya lo hizo en los gladiadores romanos, que también se enfrentaron, entre otros, a toros bravos (como ya lo hicieron otros pueblos anteriores, como los minoicos y los micénicos) y conformaron un espectáculo de masas... Y todo y así, el toro, el toro bravo, sin duda debe su supervivencia a esa bravura y a su ligazón a la ceremonia sangrienta del toreo, mal que les pese a los ecologistas, y si sobrevive con los Correbous, seguirá siendo gracias a la tortura que le espera, pero en este caso, sin siquiera la nobleza de defenderse de su agresor, sino como un animal que huye asustado del fuego y de las agresiones de un público cuyo único valor es la protección de la masa...: Si había que acabar con las ceremonias sangrientas y las torturas, mejor sería dejarle intentar sobrevivir en el amplio páramo., en la dehesa.. pero... ¿Le dejarían ganaderos y campesinos?... Mucho me temo que no (y así lo demiuestran los osos libres del Pirineo, o los buitres y sus buitreras)... El toreo, en cambio, se hubiese muerto sólo y por inanición, por simple falta de público... Y sí, el arte sí le debe al toreo ese inefable carácter dramático y simbólico que coloca al hombre ante su animalidad más profunda y animal, precisamente aquella que le coloca en la bestialidad más pura, esa que sólo tiene, tuvo, tiene y tendrá el hombre hacia la Naturaleza, hacia los animales y hacia sus semejantes pero sin la cual, el hombre no sería humano, en la miseria más absoluta y en la grandeza de la creación científica, estética y de solidaridad con sus semejantes que ello representa...

En cuanto al poema, glosa al animal en sí, al toro bravo y de casta en su bravura y retrata su destino que lo ennoblece como animal lo mismo que denigra, no a su matador, tan valeroso como él, sino a quienes disfrutan con el espectáculo de la muerte ajena y obvian el sufrimiento de quienes participan directa o indirectamente. La corrida es presentada como el espectáculo de la Danza de la Muerte. El toro bravo es la víctima propiciatoria del público que ofrece el sacrificio y el torero, el sacerdote de la Muerte, la Muerte misma, en un combate a vida o muerte del que aún puede sobrevivir si matase al torero, algo difícil pero no imposible. El hombre es el público que disfruta en la plaza y vocifera los lances de muerte, la sangre derramada y la danza del torero con su capa. 

El poema reza así:
Toro, negro de luto y de tragedia,
luna bravía en tu frente baldía,
buscando vas la capa y quien porfía
e intuyes el futuro que te asedia.

Rojo de sangre, cortina que media
entre tu honda bravura y su osadía,
marcada estaba tu hora en este día,
si algún lance de casta no remedia

la hora en que la Muerte tenía cita
con tu vida para así hacerla suya.
Danzando estás con ella aquí en la plaza

la danza macabra con que se excita.
Tres veces te clavó vistosa puya
y una más desde el caballo de raza,

y aún amaga la Muerte su estoque
como un presagio en su mano prendida.
Tu instinto es tu perdición y tu vida,
cual su dolor, la suya le trastoque.

Y está la plaza, toda como un grito,
viendo esta danza al son de un pasodoble.
Esa que grita el arte y la bravura

y que convierte tu martirio en rito
y ve en el sacrificio un acto noble,
carnívora de pasión por la tortura

MANUEL MILLÁN CASCALLÓ