viernes, 22 de abril de 2011

EN ESTOS TIEMPOS EN QUE REINA LA HIPOCRESÍA

El caligrama mezcla las técnicas del caligrama con las del pictograma para fusionarlo con la imagen. El poema diseña las figuras humanas principales, las que están completas o casi completas en primera fila para diluirse en la masa humana y ésta en el paisaje urbano de una ciudad griega, Atenas, que podría ser cualquiera de la Comunidad Económica Europea, de Europa, de EEUU, de Japón... que protesta contra las medidas que los gobiernos toman para superar la crisis: cargar todo el peso en regular los salarios de las clases trabajadoras y el funcionariado, reducir, plantillas, rebajar sueldos, congelar y reducir pensiones y gastos sociales... mientras los gobiernos ayudan a banqueros y grandes empresarios, accionistas, especuladores y grandes fortunas y grandes salarios de los acomodados que, amén de haber provocado la crisis, se regodean de ella  y de nosotros utilizando las ayudas para pagar sus pluses y sus sueldos estratosféricos y ahuyentando toda posibilidad de aumentar impuestos y medidas fiscales contra sus abusos.

Caligrama, imagen y poema, se centran en las airadas protestas griegas que preceden a su hundimiento económico y posterior rescate para mostrar el descontento social, la ira desatada y desatendida por los,  poderes sociales y económicos en busca de salvar el sistema económico, el capital, sus puestos, su poder y sus pudendos traseros en sus poltronas, amé de los estados, los partidos políticos y sus estructuras, haciendo recaer el peso de la crisis sobre los más desamparados (parados, obreros, pensionistas, emigrantes, marginados...) y sobre el funcionariado para salvar las economías  globales, particulares, bancarias y estatales, mientras colocan en la picota a las masas, expolian y minimizan sus conquistas y ayudas sociales, reducen sus plantillas y gastos sociales sin asumir ninguna medida contra los pudientes, los especuladores y los poderosos que sustentan un sistema corrupto e injusto abocado a abismar las diferencias sociales, reducir las ayudas sociales del estado de bienestar y las clases medias y aumentar el proletariado e beneficio de una economía global y de mercado y que son, en definitiva, los verdaderos y principales factores que han provocado la crisis.

El abuso de unos, viviendo por encima de sus posibilidades, falseando bajas en el trabajo, malgastando capital, y que constituyen las clases menesterosas, no oculta ni desdice de un abuso y corrupción mucho mayores y decisivos de las clases pudientes y sus especulaciones estratosféricas, mentirosas y abusivas.
 
Si la imagen muestra el enfado social de los que realmente sufren la crisis, el poema lo avala y certifica y me coloca indefectiblemente al lado de éstos, al lado de la justicia social y de la denuncia y al lado de sus airadas y justas protestas.

El poema reza así:
Arde la pasión, prende la ira toda fuego.
Voraz tu frío corazón pintando de Muerte
la vida de quien lucha, arduo sudor, por su suerte
y, día a día, la pelea, forzando su ego

tan sólo por vivir apasionado cuan ciego.
Mas viene la avaricia pisando siempre fuerte
y acaba con el Mundo, arruinado, cuerpo inerte
que, por su corrupción, herido, es dolor y ruego.

Y en manos del dinero, carga su deuda al pueblo,
la crisis que su ruindad ha provocado, abismo,
del que quiere salir indemne con su cinismo,

pone las cargas del Estado en manos del pueblo,
y vive, en la riqueza, del vulgo engañado,
vendiéndonos, que, el funcionario, es quien lo ha arruinado

Y arde la pira, al fin, de indignación desbordada,
vuela en pedazos la paciencia, la ira arde en llamas;
raro será que la violencia se ande por las ramas,
la tolerancia se ha convertido en furia y nada

la puede parar: muere la razón apartada
por la sinrazón de la iracundia y mil proclamas
invaden la calle en las gargantas de hombres y damas,
que arrojando están su rebeldía desatada

a quienes los malgobiernan al capricho del dinero.
Y aquí estoy, gritando con ellos, porque soy pueblo,
defendiendo cuanto es mío, cuanto gané y quiero

porque es mi derecho y es derecho de este pueblo
que atruenen las calles la justa ira liberada:
sea la indignación arrojadiza granada.

MANUEL MILLÁN CASCALLÓ




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