Siguiendo en el argumento anterior, en el caligrama la imagen sustenta el simbolismo que conlleva el poema y lo hace fácilmente interpretable o no dependiendo de la complejidad y unicidad de la misma. Si la imagen es única, prescindiendo de la calidad retratística buscada, la simultaneidad de interpretación dependerá de la complejidad de la misma y puede ser, como en otras entradas, complicadísima, porque lo que busca es la unicidad del viaje simbiótico entre poema e imagen, o relativamente sencilla. Este es el caso de este caligrama. Un bolígrafo escribiendo representa a quien escribe y convierte al bolígrafo en el símbolo de las palabras que componen el poema, como si el bolígrafo fuese la trascripción escrita del poema. Eso exactamente lo que es un poema y lo que es caligrama, sugerencia de las sensaciones, reflexiones, meditaciones, obsesiones, goces del autor que se convierten en acicate, en excusa para sugerir en el receptor sensaciones compartidas, evocación de sentimientos y sensaciones aparentemente universales (aunque las sensaciones son siempre individuales e instantáneas).
Aquí el poema es sencillo, una reflexión, y parte de la lógica. Si el elemento que equipara simultáneamente la creación mental con su transcripción en el papel, en la escritura o en el dibujo, o en el caligrama, el punto de partida también será ese, la punta del bolígrafo. De ahí el poema-caligrama parte hacia arriba para completarse justo en la solapa, en la pinza y, completado el bolígrafo, saltará al escrito, que será, por tanto la conclusión, el sentido simbólico del poema, que rezará, por tanto, así:
Cuando la inspiración orina gritos,
tú estás ahí...:
VERSO, ESPEJO DE MÍ,
hecho palabras
MANUEL MILLÁN CASCALLÓ
A tal caligrama, tal poema. Inspiración y escritura son simultáneas y coetáneamente a su redacción-sugerencia mental, el bolígrafo, el lápiz, la pluma... se deslizan esquiando la blanca nieve del papel y dibujan el poema-creación-evocación-sugerencia en la grafía de las letras. De la misma manera, el caligrama es la expresión plástica y simbólica del mismo.
Si la metáfora sustituye el elemento real por aquel con el que se le compara, el caligrama sustituye y equipara el verso como palabra por la imagen del mismo construida como un resumen del contenido del poema.
Por eso, el testimonio de mí es lo que escribo, como poema y como caligrama, exprimido en el zumo lírico gota a gota = letra a letra para convertir mis palabras en imágenes.
Y pueden ser tan complejas como el tejido que urde e hilvana la reflexión con su grito o tan sencillas como la evidencia de una imagen singular sin dobles ni triples interpretaciones ni recovecos en sus sombras y en sus volúmenes.
MANUEL MILLÁN CASCALLÓ
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