El caligrama, en realidad un pictocaligrama, alude a un hecho sobradamente conocido que ya vive en nuestra memoria, la invasión de Irak hecha por las tropas de la ONU, básicamente miembros de la OTAN, al mando de Estados Unidos, gobernado entonces por George Bush, para acabar con la tiranía de Saddam Hussein y el propio tirano, basada en un supuesto peligro armamentístico que luego resultó ser falso. Invasión que ocurrió en el 2003. Sobre cuatro poemas elaborados por mí en el momento de la Guerra, y que forman parte de la puerta del edificio de fondo y un contenedor tras ella (precisamente el poema que da nombre al conjunto), y sobre cada una de las tres figuras humanas, los dos soldados norteamericanos y el civil irakí abatido a tiros innecesariamente por uno de los soldados (puesto que el hombre, ensangrentado y muerto, va desarmado).
La conversión de los poemas en caligramas es tardía, puesto que el diseño del conjunto se realizó en el 2006, y allí se comenzó la factura del caligrama con el poema que da nombre al conjunto. Los avatares de las rutinas profesionales han ido retrasando la realización total del conjunto caligramático total y, así, en el 2011, proeigui con el entintado del fondo, que desde el 2011 había quedado abandonado y la conclusión de los cuatro caligramas, de nuevo con interrupciones debidas al trabajo, es de este año.
Si la denuncia inicial y original, ha quedado diluida por la distancia. La agitación del Próximo y Medio Oriente Asiático y Norte de África, con la caída de dictadores en Egipto y Libia, o de regímenes pseudodemocráticos manipulados por el poder asentado durante muchos años, como en Túnez, y la agitación general que prosigue en Siria ha devuelto el sentido al mismo. Si en la época original reflejada, la caída de un innegable dictador como Saddam ponía, de nuevo sobre el tapete el problema de las dictaduras, especialmente las islámicas, la acción militar, basada en pruebas falsas y yendo mucho y mucho más allá de una lucha militar para llegar a arrasar la vida social del país, sus monumentos históricos, sus bases económicas y lo que es más grave, su población civil, ponía en tela de juicio las acciones militares basadas en especulaciones manipulatorias y no se justificaba más que como una demostración de fuerza más que de razón, y, encima, tenía más aspecto de venganza personal que de justicia real, colocando el combate de dos gallitos, Saddam y Bush (intereses económicos, especialmente petrolíferos, aparte) porfiando por demostrar quien era más chulo de los dos y dejó claro que la acción militar debe ser proporcionada en su punición y resultado de un último recurso por resolver una causa justa y urgente por el daño recibido por la población civil (y siempre teniendo en cuenta que la mayoría de las guerras no tienen justificación en sí mismas). En los hechos actuales, por el contrario, ha sido el propio pueblo musulmán quien se ha levantado contra sus dictadores para conseguir derechos civiles y, en definitiva, sus propios regímenes democráticos y las acciones internacionales, más moderadas, para salvaguardar los derechos de una causa justa que ha llegado a un conflicto armado precisamente por las acciones desproporcionadas de los propios dictadores contra su pueblo, no solo negando sus derechos e impidiendo que los consigan, sino con matanzas, encarcelamientos masivos y torturas que siguen de actualidad porque tienen continuidad en Yemen, Bahrein y, sobre todo en Siria. Este último caso muestra la cara opuesta a la que vimos en Irak respecto a la acción militar, aunque nunca hay que perder de vista que los mayores interesados en conflictos armados son la industria armamentística como negocio y los militares como justificación de su existencia. No es una nueva guerra lo que se necesita, pero sí obligar al dictador a respetar a su pueblo, y si es posible, a dimitir y dejarle a éste el poder de elección.
Si aquella imagen mostraba el abuso de las fuerzas de la OTAN, especialmente norteamericanos e ingleses (de hecho la guerra ya era en sí un abuso), esta imagen correspondería, en la actualidad, al ejército y policía siria disparando contra su propio pueblo.
En cuanto a los poemas, versaban sobre la masacre de gente civil, la inutilidad y crueldad de las guerras y el sacrificio de gente inocente para causas más basadas en intereses políticos, económicos, básicamente sectarios, y hasta de prestigio, y lo que es peor, en venganzas personales, que no en las propias causas que se esgrimen para justificarlas.
Los poemas que integran el conjunto caligramático son poemas dramáticos, comprometidos y de denuncia, como la propia imagen del caligrama, pero una denuncia urgente e irrenunciable. Cualquier abuso contra cualquier sector de la humanidad, incluso contra cualquier individuo, es un abuso contra todos, contra la humanidad en sí misma que merece, no solo denuncia, sino reparación inmediata.
MANUEL MILLÁN CASCALLÓ
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