domingo, 15 de julio de 2012

ESPECTRO NOCTURNAL DE OSCURA CRIPTA


Y siguiendo con los espectros que surcan la oscuridad surgidos de nuestros miedos y nuestros tópicos, aliados de supercherías y leyendas, nada más típico que vampiro, elevado a la máxima categoría satánica por obra y gracia de Drácula de Bram Stoker y no porque no existieran humanos aficionados a la necrofilia y a la succión de sangre. El pictocaligrama representa un murciélago, en este caso europeo y de gran tamaño, concretamente, un murciélago grande herradura (para los técnicos Rhinolophus ferum-equinum SCHREBER, 1774). El más grande de Europa y el más acertado para fundamentar leyendas vampirescas. Es un animal troglodita (vive en cuevas y cavernas, donde pernocta y cría, aunque puede hacerlo también en fortificaciones, masías, casamatas y masías), nocturno que gusta de lugares abiertos, como campos, bosques no demasiado espesos, cultivos, huertos, pastos, matorrales y sotobosques, pantanos y charcas donde puede alimentarse de escarabajos, mosquitos, moscas, cucarachas, grandes mariposas nocturnas que sorprende desde su postura colgada o a las que, en vuelo, suele atrapar con un rápido movimiento de las alas. Nada que ver con los vampiros americanos que sí chupan sangre de mamíferos, hombres incluidos, aunque su tamaño sea similar.

El vivir en cavernas, asociadas a akelarres, el asociarse a la oscuridad y la humedad hostil de las cuevas alimenta los lazos subconscientes con el satanismo. Se les ve como apariciones malvadas que surgen de la oscuridad de las cavernas para ahuyentar a os humanos intrusos (supuestamente bien intencionados) y su asimilación a la sangre se debe a dos hechos, la ingesta de mosquitos deja su rastro de sangre en la boca y su mordedura es agresiva, altamente infecciosa (puede ocasionar muchas enfermedades, pero especialmente, la rabia y la peste) y dolorosa dado el tamaño del animal, penetrante y profunda, así como sostenida hasta que logra su propósito (que se le suelte). A la leyenda contribuye su tendencia gregaria para descansar y aletargarse. Y, sin embargo, como los demás murciélagos europeos, insectívoros, son animales beneficiosos (por su ingesta de insectos) y nada agresivos con el hombre, y por tanto, no justifican la leyenda y mala prensa que tienen. Su mordeura es muy peligrosa, pero si la da, es porque lo hemos cogido, descolgado del lugar donde dormía su letargo, despertado y molestado y no responde más que, a la defensa personal propia del instinto de supervivencia de todo ser vivo, a la intención de liberarse de un ser que considera peligroso (y no se equivoca). En resumidas cuentas, porque nos la hemos merecido.

Lo demás, responde también a su aspecto inquietante, y en el caso de los rinolofos, más por la excrecencia nasal que le da un cierto aspecto estrambótico y feo. Los asimilamos a ratas voladoras, que consideramos la panacea de los mamíferos asquerosos, sucios e indeseables, con las que en realidad sólo les une el ser mamíferos, porque las ratas son roedores y los murciélagos, insectívoros quirópteros. El hecho de ser noctámbulos, criaturas de la oscuridad, que el hombre asimila al mal, a lo esotérico, a lo satánico, a lo ultramundano y a lo malvado, brujería negra incluida, ayuda a concebirlo como espectro malvado y más sus extrañas orejas, sus alas, como únicos mamíferos que vuelan (otra cualidad que asimilamos al mal cuando lo hace a ciegas, revoloteando con dirección oscilante y similarmente caprichosa. En cambio, el vuelo de las aves se considera bello, elegante y asimilable al bien angélico) y sus alas mismas, consegidas por membranas que unen dedos larguísimos que nos recuerdan a los anfibios (otros animales vilipendiados de asquerosos y deformes) y lo que es peor, a dragones.

El poema, mi poema busca la definición del ser a partir de la poetización contrapositoria entre los tópicos superticiosos que lo asimilan al mal y su realidad de animales inofensivos y beneficiosos más allá de su aspecto intrigante y sus costumbres peculiares.


En la recóndita cueva oscura, yo me escondo,
con mi mezcla de rata y pteranodón alado.
La noche tejió en mí suspicacias de innombrado
y me fundió de un monstruo-hombre que existió volando
en los sueños que suscita el miedo más redondo
que surge de lo profundo y se va alimentando
de cavernas y akelarres donde habita el diablo.
De los mosquitos tejió una leyenda de sangre
y el resto, imaginó de merodear el establo
para inventarme una orgía de muerte y sangre.

La Luna tuvo la culpa y la noche estrellada.
El hombre creyó que era su alma satanizada
mirando mi rostro y viendo que, ciego, volaba.
Mis tétricos dedos alargados, su membrana,
que tanto se asemejan a los pies de una rana,
y el pelaje de rata, en vez de plumón sedoso,
me hicieron, a sus ojos, un monstruo que acechaba
la inocencia de doncellas de actuar decoroso
y me asoció, pues era cierto, a oscuros cementerios.
De ahí partieron tópicos y frío criterios
para asociarme a Satán, malvado y horroroso.
De cavernas nacieron mil criptas embrujadas
y de mi despertar, las leyendas más malvadas.
Más no crean cuanto dicen, soy inofensivo.
Como mosquitos y moscas cuando voy volando,
muerdo cuando, en mi cueva, me están molestando
y, cuando vuelo, del hombre me aparto y lo esquivo

MANUEL MILLÁN C ASCALLÓ



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