martes, 7 de agosto de 2012

JUAN BOSCÁN ALMOGÁVAR VERSIÓN TERCERA

La nueva imagen de Juan Boscán en caligrama resulta del análisis de la única imagen existente del poeta barcelonés. Un nuevo caligrama, el tercero con su imagen, que, como los demás caligramas míos al respecto, forma parte del Proyecto Boscán.

El poema que lo integra, una serie de cuatro sonetos, coge aspectos de las vida del poeta, junto con otros propios del Renacimiento en sí mismos (concepción antropocéntrica, donna angelicata y descriptio puellae, retrato característico de la época, modelo petrarqueño y citas de poetas cultos tomados como modelos a los que el poeta Barcelonés imita en su mmodelo cortesano.

El poema, reza así:

Busqué el enigma de mi rostro humano
en los retratos de otros humanistas
y a Petrarca entre todos los artistas
para mostrarme en todo a él cercano.

Retrato de perfil, a lo italiano,
que es lo que mandan las normas previstas
para los nuevos academicistas
y su estilo culto pero profano.

El hombre es centro de todas las cosas
y la medida de su propio mundo.
En todo había de ser como el maestro:

Pureza y armonía solo hermosas
si reina el equilibrio más profundo
y en la perfección, el artista es diestro.

El aura de los griegos y romanos
que el símbolo en los mitos en interpretan,
amores y dislates que cometan
dioses, héroes, personajes arcanos

con todos sus eventos sobrehumanos
y todos los rituales que respetan
oráculos y Olimpo, donde aprietan
a aquellos que a su juicio son malsanos

y que a los dioses hayan ofendido.
Y si no es mito, es Amor, ser divino,
el fuego de una donna angelicata

que de amor al poeta haya prendido
con solo su mirada como un vino
que del mundo terrestre te rescata.

Perfecta en todo, diosa delicada,
cabellos de oro, pálida y celeste,
ojos azules y arrebol que preste
color a la mejilla nacarada.

Labios de fresa en dulce mermelada,
cuello de cisne, grácil, que se acueste
sobre los hombros cual si de Este a Oeste
en oculto mar de piel delicada

naciiera un árbol de la vida eterna.
Hombros caídos, que se engarcen fuertes
a un cosmos de piel secreto y arcano.

Altiva, distante, ingenua y tierna,
promesa celestial de muchas suertes
cuya elegancia te ha enamorado.

Allí es donde encontré mi rostro cierto
tras de sufrir sus múltiples condenas.
Azotes, dentelladas y cadenas
fueron las pruebas de un amante experto

para cruzar el árido desierto
y llegar al oasis al que apenas
crees más que un espejismo cuyas penas
imaginas que son soñar despierto.

Más ella, como un sol de la mañana
iluminó de luz mi poesía,
mi vida la volvió equilibrada

y la armonía, en mi voz cortesana,
a Bembo o Castiglione asemejaba...:
renacentista al fin, iluminada.

MANUEL MILLÁN CASCALLÓ

El poema que integra el caligrama, converge en ser un poema redondo en el sentido en que comienza con el poeta buscándose a sí mismo como un rostro determinado al que quiere en todo parecido a su modelo, Petrarca (tal y como eran retratados entonces, y ya desde Dante, los próceres sociales o culturales, de perfil, que es también una metáfora de otro perfil, el de características propias de un humanista y poeta de la época). Acude para ello al propio movimiento que lo caracteriza, el Renacimiento, con su concepción antropocentrista, al arte puro, mímesis del clásico griego y romano y a sus temáticas, mitología clásica y amor platónico (el destinado a la donna angelicata), cuando logra hacerse con ellos, el poeta puede reconnocerse a sí mismo como verdadero renacentista (que es lo que se relata en el último soneto) y, con ello, volver sobre sí mismo reconociendo como tal su propio rostro, el de un poeta renacentista, espejo de sus propios maestros...: Petrarca, sí, como Castiglione o Bembo...

MANUEL MILLÁN CASCALLÓ

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