Para llegar a un caligrama como Dromedario V existen muchos caminos posibles: Se puede hacer directo dando al poema la forma del animal, lo que sería un caligrama puro como los que podemos ver en autores como Guillaume Apollinaire, figurativo y probablemente menos elaborado en el diseño, se pueden tomar caminos asociativos acumulativos antitéticos como crear un poema y este nos sugiere un diseño o dibujo figurativo o no (lo que en principio sería un dibujo poemado) y articular el poema al dibujo, o, por el contrario, crear un, en manadas o rebaños, originalmente poema y este nos sugiere un dibujo (lo que constituiría un poema dibujado), que, como en el caso anterior, si se articula el poema anterior, llegamos, según el grado de dificultad y el de predominio del poema o del dibujo nos daría lugar (de mayor predominio del poema a mayor predominio del dibujo), a un caligrama, un pictocaligrama (como es el caso de Dromedario V), o, definitivamente, un pictograma caligramático, en el que el predominio del dibujo sobre el poema es tal que el poema queda emboscado en el diseño de tal manera que, a primera vista resulta imperceptible.
Pero a veces, el recorrido es más complejo, como es el caso del camino que nos lleva al definitivo Dromedario V. Aquí, desde el principio, el propósito era llegar al caligrama, pero se parte inicialmente de un poema, Dromedario, rey de los desiertos. De aquí parte un primer poema, Dromedario I, cuya longitud y peso del tuareg sobre el animal era excesivo. No se desecha el poema como tal, pero sí para convertirlo en definitivo caligrama y se abre una serie de poemas para sintetizar y matizar aspectos del primero, reducir la longitud del poema y magnificar el peso del propietario con respecto al tuareg que lo porta, dado que poema y caligrama correspondían a la serie de Animales salvajes y, aunque bien es cierto que, en la actualidad, este animal se ha convertido exclusivamente en doméstico, no lo es menos, que su domesticación nunca ha alterado la morfología ni carácter del animal y, tanto es así, que se les cría sueltos en estado semisalvaje como ocurre con muchas razas de caballos, y, quería retratar la esencia del animal origen, dejando la acción y dominio del ser humano, meridianamente clara, pero en segundo plano.
Ese planteamiento me llevo a una serie de poemas, un camino de sintetización y adecuación al diseño, en el cual, fuese como fuese, se acumulaban todos los resultados, tanto de poemas como de diseños hasta llegar al definitivo caligrama.
El primer paso fue Dromedario II, más corto, sí, pero con mayor peso de los tuaregs, fue un poema nacido para complementar al anterior, autónomo y necesario, pero incompatible con el caligrama deseado. Por lo que, se imponía volver al retrato del dromedario dejando el segundo plano del tuareg solo como relación de fondo. Así nace, Dromedario III, el que nos ocupa, que parte de la descripción física profusa para llegar a su fusión con el entorno, al carácter y acabar con su relación imprescindible con el tuareg.
Esta vez el resultado era satisfactorio ya como poema y acto seguido surgió el diseño:
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