Imantados por las estaciones de trenes y sus implicaciones simbólicas respecto al destino, el futuro y el tránsito de la vida. Nos situamos en una para, al contrario que en No pierdas tu tren de la esperanza, de la misma serie poemática y caligramática, situarnos, esta ves, en la llegada a su destino. Allí donde el futuro esperanzador y converjo en uno de los millones de historias posibles. En este caso, una mujer que va al encuentro de su amado con la intención, de sorprenderlo y quedarse.
Si la imagen nos muestra a la protagonista ya fuera de la estación, una estación solitaria, consultando su móvil para localizar y sorprender a su amado, el poema de este pictocaligrama, apuntala la historia con datos que la sugerencia de la imagen no detalla: Se ha trasladado a reunirse con él con una perspectiva de afianzar su futuro y afianzar su amor y así nos lo pormenoriza mi poema:
El Destino. La estación queda atrás
y partió el tren que la llevó a esta meta.
Arrastra la esperanza en la maleta
y sueña en su futuro nada más.
Atrapado en su móvil, el pasado,
la memoria del camino anclado,
el presente atrapado en la carcasa
y el nexo con el futuro posible,
que ha dejado de ser inaccesible.
Y consultas dónde estará su casa
y buscas su teléfono y le llamas,
Ahora que, sin duda, tú le amas
y sueñas con verlo y con estar juntos.
Metro, autobús, taxi... Si cerca vive,
hasta andando. La ansiedad es proclive
al delirio que renuncia a los puntos
y a las reglas. Y espera que la sorpresa
asalte a su amado mientras lo besa.
Ese amor será su mejor regalo
y de ambos, un sueño ya cumplido...
Así lo dictamino Eros-Cupido
y la pasión que los fusiona en su halo...
Uno será ahora su tiempo y espacio
en ese nosotros inmenso
que fusiona todo y que vive despacio.
MANUEL MILLÁN CASCALLÓ
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