El día que acabó el mundo, estaba en casa.
El monstruo era menudo, voraz, violento.
Como un huracán, silencioso y crüento,
asaltó el mundo y lo dejó en su carcasa,
Enferma la colmena, hizo tabla rasa
de ancianos, de enfermos y pobres sin cuento
y a trabajadores, dejó sin sustento...
Fu minando, del Sistema, su argamasa.
Tembló el Poder, también el Capital todo...
La Humanidad era un ídolo de barro
y un fantasma de papel era su carro,
que atropellaba el lugar de su acomodo
y la vida que ofrecía, un Paraíso,
de cuyo agotamiento hizo caso omiso
MANUEL MILLÁN CASCALLÓ
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