El pictocaligrama, mi pictocaligrama, incide sobre la simbología del tiempo: bailarina y compás. Brazos y piernas de la bailarina configuran sendos relojes en su giro en los que los brazos y las piernas son las respectivas manecillas del reloj. La bailariba, como el compás, el ritmo del reloj, el giro de sus manecillas, flotan en el aire y el giro de ella traza un reloj que llora sobre un paisaje de geometría pura. La supuesta línea del horizonte la marca un abismo que termina una llanura con árbolos geométricos sin matices. Un plumier cerrado de madera guarda los secretos de la vida y asemeja un ataúd y más allá del abismo, las mopntañas son troncos de cono, pirámides, pirámides truncadas como síntesis de los cuerpos que ejemplariza. Y para culminar el abstractismo surreal implícito. El Astro que lo ilumina es una bombilla que vuela en el espacio... Un espacio iluminado sin matices ni nubes, todo luz.
La imagen muestra una imagen aérea en donde el paisaje se extiende bajo los cuerpos voladores: la bailarina que baila sobre el reloj que llora, el compás... y, a lo lejos, un Sol-bombilla ilumina esplendente la imagen del pictocaligrama.
El poema, mi catalán, en catalán, relata el simbolismo del tiempo en paralelo a la imagen y reza así:
El temps és una vertiginossa ballarina
que gira la seva bogeria segoan a segon.
I és una ballarina clàssica que gira
minut a minut cada hora.
Iés una ballarina autómata,
de marbre blanc, i cor que batega
al segon i en mig dia
fa lentament el seu vol.
I és una suma imparable
que és mou segon a segon
i vança del zero al zero
sense detenir-se ni un cop.
És tenaç, maquinal, persuasiu
i és un carceler invencible i fidel...:
el millor corredor de fons.
MANUEL MILLÁN CASCALLÓ
El poema, pues, describe el funcioamiento de un reloj equiparado a una bailarina que és, a su vez, un automata, cuyos giros, como en el reloj, precisos, constantes y tozudos, duran 12 horas sin desajustarse, con la implacabilidad propia del tiempo, exacto y frío.
MANUEL MILLÁN CASCALLÓ
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