Volvemos a la identidad de la Vida concreta con su propio Tiempo. El pictocaligrama, en este caso, claramente diferenciador de la imagen concreta de la araña y el hombre amenazado de ser devorado, como exclusivo dibujo más la telaraña, también imagen, como sustentadora del poema, mi poema como mi pictocaligrama presenta la imagen simbólica de como la Vida de cualquier ser humano, se convierte en la araña que teje o urde la telaraña que nos va atrapando en sus urgencias, rutinas y hábitos hasta hacernos incapaces de salir de estas, desembarazarse y dar mayor libertad a un Libre Albedrío condicionado y determinado por el peso de las vivencias, la experiencia, los conocimientos adquiridos, las relaciones sociales, el trabajo y los hábitos, así como todo el entorno, la sociedad que nos rodea, el Sistema que nos impone sus urgencias y su relación con el momento histórico que vivimos. Atrapados por nuestra vida, que es también nuestro tiempo, esta acaba determinando hasta el momento de nuestra muerte... Creamos la vida al vivirla, pero esta se adueña de nosotros y no nosotros de ella y acabamos siendo víctimas de nuestra propia identidad y nuestra propia esencia...
El poema redunda en este relato como la imagen en el simbolismo de su contenido, imponiendo el simbolismo de vivir entendido como la esencia existencialista, el dolor de vivir, más allá del vivencialismo que proponía hacernos protagonistas de ella, conductores de nuestra nave...
La exposición de la misma en el poema va más allá de la clara imagen del desdoblamiento de la vida, como tenebrosa tarántula y como cuerpo humano y carácter y psicología que nos identifica como identidad diferenciada y personal (el cuerpo del hombre) y hace que la red de la telaraña repita el poema varias veces en la misma, como radios sustentadores, como círculos concéntricos que pasan una y mil veces por la misma vivencia y que la viven y sienten de una forma diferente por la experiencia anterior acumulada y que además se marcan por los quebraderos o complicaciones de determinadas vivencias representadas por los zigzags que recosen nuestras vidas para seguir su transcurso con la existencia, en lo posible, bajo parámetros similares (pero las huellas de estos eventos son imposibles de negar, de olvidar y menos de borrar porque son eventos que marcan irreversiblemente nuestras vidas y se convierten en detonantes de lo que prosiga en el transcurso vital).
Bajo estos parámetros de simbolismo temático, el poema, mi poema reza así:
La vida es una larga soga
que va trenzando de vivencias
y de éstas, lía y hace nudos
perennes y guarda fotografías.
La soga se hace elástica y traidora
y crece eterna mientras se elabora,
pues, de vivencias, se hace telaraña
y ella es la araña y tú la perpetua mosca.
Puentes que trazará radiales,
que sostienen el pensamiento
desde el pozo orondo de su boca
y el tiempo, traza las hélices crecientes,
concéntricas y pegajosas,
que del vértigo inicial, la experiencia
tornará lento y, paulatinamente,
en parsimonioso aunque lo sientas
cada vez más acelerado.
Cuando acabe, te devorará,
caníbal de ti mismo...
y el viento de años, lustros y decadas
y siglos y milenios borrará
la red que te tejiste
deshilvanada de olvidos.
Nadie sabrá que viviste.
Serás un grano de arena más
que el océano del Tiempo
acaricia, golpea, lava...
y se pierde en el infinito.
MANUEL MILLÁN CASCALLÓ
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