viernes, 31 de mayo de 2019

CON LAS CARTAS MARCADAS

Con las cartas marcadas cuenta con dos poemas sobre la condición humana marcada, orientada desde su nacimiento por la época en la que nacemos, el lugar, la cultura, el nivel cultural de padres y allegados próximos, nuestro sexo, poder económico, raza o etnia, religión e ideología y condición social de nuestros padres, genética, poder político... Los condicionantes pueden ser infinitos e ir aumentando o disminuyendo a lo largo de nuestra vida dando al traste con la idílica, ideal como imposible igualdad de oportunidades, de derechos, de libertades... 

El primeros de mis poemas (I) se inscribe directamente en un caligrama que representa un rubicundo bebé de rubios cabellos y piel blanca... Un angelito o angelote cuya letra de mi poema componente redunda en ese tema... El segundo (II) es un poema, mi poema, que certifica y redunda lo dicho en el primero y lo asocia directamente a la vida, a la vivencia y al tiempo relativo que supone una vida... La condición humana multiplica esta posibilidad injusta y determinante que supone una diferencia abismal que no existe, en nuestro Planeta, más que en los seres humanos y que solo afecta a las demás especies vivas en cuanto en tanto sea mayor con la presencia y actuación humana, resultando menos libre cuanto mayor es la dependencia del hombre, su estilo de vida y economía, hasta el punto de equipararse a las mismas condiciones del hombre según su amo cuando se trata de animales domésticos...

I


MANUEL MILLÁN CASCALLÓ

El poema que lo compone versa directamente sobre la predeterminación que conlleva nuestro nacimiento adscrito a los condicionantes antes mencionados y alude al azar relativo pero determinante que marcará, desde su inicio, el proceso de nuestra vida.


II

Ni siquiera al nacer somos iguales...
Lugar, época, sexo, fortuna, raza...
padres, familia, clan, dios... Abismales
diferencias que la Fortuna emplaza
para diseñar cada nacimiento.
Estamos marcados sin miramiento.

Lo que derecho y esencia confirman, 
la concreción del individuo, niega.
Como Cupido, la Justicia es ciega
y los hechos en ello se reafirman.
Nacer y morir son el punto exacto
que a todos nos iguala en nuestro pacto.

Lo demás es único, solo y propio.
La vida, pues, nos individualiza...
Vivencia y experiencia profundiza,
conocimiento y memoria es su acopio.
Creencia, ideología... placer, dolor
y aún queda el capricho del amor...

Vértigo reloj es también ruleta.
Cada latido un segundo ganado
y un segundo perdido y ya pasado.
El tiempo escurridizo no es profeta,
sino bola caprichosa al acecho
que, imperioso, busca su casa y su techo

sin hallar acomodo en sitio alguno.
Y el Tiempo, pasa
                                          y pasa 
                                                                  y pasa...
y atropella inoportuno
y apisona, y aplasta... Todo arrasa

para que cada uno sea quien es
en los carriles del tren de la vida.
Carbón de nuestra esencia comprimida,
mecánica tozuda de haz y envés
y al paso su resuello, puro humo
espectros de tu esencia, fue antes zumo

y definitivamente la Nada
cuando somos ya pasto del olvido
y el la Muerte más muerte, más olvido
que se funde a la tierra ya enterrada,
completando el reloj que nos iguala,
ya perdido el matiz de toda gala

MANUEL MILLÁN CASCALLÓ



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