Si el viaje en avión fue poesía, caligrama (alguno más de lo mostrado), llegados a la ciudad, el ajetreo protocolario, viajar desde el aeropuerto, instalarnos en el apartamento y salir, salir a ver Berlín y a devorarlo tras comer lo primero que saltó a la vista... por la tarde y por la noche y primero por la cercanía y luego por la realidad de la ciudad, esta tiene un faro evidente y omnipresente, la Fenersturm o Torre de comunicaciones que se instala en un extremo de la Alexanderplatz, que convierten a uno y otro en un imán hipnótico como ineludible imposible de evitar que sirve de referente como de guía orientativo y que convierten a este pirulí, de la Berlín Este, en mucho parecido al madrileño, como a la plaza en un cruce de caminos por el que acabas pasando decenas de veces al día.
Mires donde mires, ahí está... Cerca, lejos, enfrente mismo... como un dedo que apunta al cielo muy habitualmente cambiante y predominantemente plomizo de esta ciudad herida de historia... A la plaza, la rodean varios edificios históricos reconstruidos o no, entre ellos el Ayuntamiento que ya fue del Berlín Oriental, iglesias varias, el Museo Mentzschen, una bella fuente de Neptuno que también nos recuerda Madrid y estatuas del pasado comunista de poca gracia, mucho hieratismo y peso histórico... La inmensa plaza es en sí un descampado de escasa y estéril reconstrucción, en permanente restauración y paso quebradizo casi de vericueto e imaginación por el aflora un botoso terreno húmedo testigo de su origen pantanoso rodeado de bloques y con un par de inevitables estaciones de metro y ferrocarril de cercanías...
Una cosa está clara respecto a esta hipnótica aguja faro de la ciudad...: Es imposible no verlo ni marcharse de la ciudad sin haberlo divisado y sentido tu nanismo al pie de esta aguja colosal, curiosa y bella que acaba siendo una obsesión visual... Si no has visto la Fenersturm, o no has estado en Berlín o estás completamente ciego...
El caligrama surgió la misma noche sin más referente que el recuerdo.
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