Y para dar veracidad a cuanto he dicho, voy a dar constancia de la primera de mis dos operaciones (aunque la experiencia pueda valer para ambas intervenciones) con la poetización de cuanto vi y cuanto intuyo e intuí, anestesiado en el quirófano, desde que, en la sala, me llevan a este, recibo la anestesia hasta que concluye la operación conmigo en la inopia de cuanto ha ocurrido, pero todos sabemos que ocurre:
Túnel que tobogán a la luz acude.
La suerte está echada a ciencia precisa
y ni azar ni razón tienen hoy prisa...
Hay que dejar que la herida se mude,
y que razón, en cuerpo, nunca dude
de que el camino a la vida se alisa
paso a paso con la salud concisa
para que la salvación toda anude
cuerpo y mente a la sanación soñada...
La oscuridad no tiene nexos ahora,
ni reconoce el espacio ni la hora,
ni la memoria se acuerda de nada.
Despierto entre brumas, fantasmas lentos
que intento ubicar ahora en sus cuentos
sin descifrar aún su encrucijada.
Estoy en un limbo mientras la espada
juega en mi cuerpo mil experimentos...
Tripas, vísceras en juego se avienen,
serpiente en zigzag cercenada y puesta
en la panza asoma como propuesta,
pues los comensales así lo que quieren
y yo, ajeno en la noche, cual me tienen,
dócil, insensible, no doy respuesta...
- ¿Qué sabe el dormido, si no se acuesta,
lo que hilan, lo que cortan, quienes hieren,
si anestesiado vive sin consciencia
la parafernalia de quien opera?...
Si sufre, no da muestra ni se altera
de lo que actúa en el esta ciencia.
Y allí, espadachines sastres sesudos,
tras la sangría, me cosen a nudos.
MANUEL MILLÁN CASCALLÓ
MANUEL MILLÁN CASCALLÓ