Y siguiendo con Salvación y condena, el tren de regreso supone todo un muestrario de estatuas humanas sedentes equivalentes a las del hospital, pero, probablemente, más llenas de vida que aquellas pero similares en mi actitud de observador de una realidad más inmóvil que móvil. Atada a los asientos anclados en un recinto amplio o estrecho, pero perceptiblemente encarcelador de los seres que contiene.
Igualmente un caligrama local que se inicia con la imagen y el inicio del poema que prosigue a la usanza clásica.
MANUEL MILLÁN CASCALLÓ
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