Inequívocamente un caligrama, las letras y disposición de las mismas (buscando el perfil de las sombras, los recovecos de la piel y de las ropas), combinadas con el dibujo de sombras para remarcar la cará del bebé, envuelto en ropa y las manos de su madre sirven para mostrar una madre, negra y musulmana, subsahariana, con su bebé para dar un redoble en la opulencia del rico mundo occidental para oír el grito de la hambruna, de la miseria, del abandono del continente africano representado ante quien más lo sufren, las mujeres, más siquiera si son madres con sus pequeños, y los niños, de un continente famélico, sediento, expoliado en sus materias primas y en su cultura, olvidado a su suerte y enfermo de odio y guerras, de pobreza, de tiranía e injusticia y de toda suerte de enfermedades y plagas agravadas por la insalubridad galopante y la falta de medicinas, de médicos y enfermeras y de escuelas.
África es grito que más claro y contundente debe sonar en nuestras conciencias insensibles al dolor ajeno (Aunque bien es verdad que desgraciadamente no es el único grito desgarrador que debemos oír, pues ahí están Centroamérica y buena parte de Sudamérica y de Asia, que están en el mismo caso). Ese Tercer Mundo que es el agudo grito desgarrador que nunca cesa.
A su lado, por muy profunda y dolida que sea mi poesía, que diseña el dolor y el dolor en esta imagen, deja de tener fuerza. La imagen y su símbolo se basta más allá de la palabra, por muy bella, dolida y profunda que sea.
MANUEL MILLÁN CASCALLÓ
África es grito que más claro y contundente debe sonar en nuestras conciencias insensibles al dolor ajeno (Aunque bien es verdad que desgraciadamente no es el único grito desgarrador que debemos oír, pues ahí están Centroamérica y buena parte de Sudamérica y de Asia, que están en el mismo caso). Ese Tercer Mundo que es el agudo grito desgarrador que nunca cesa.
A su lado, por muy profunda y dolida que sea mi poesía, que diseña el dolor y el dolor en esta imagen, deja de tener fuerza. La imagen y su símbolo se basta más allá de la palabra, por muy bella, dolida y profunda que sea.
MANUEL MILLÁN CASCALLÓ
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