Su nombre lo dice todo. Este mi pictocaligrama, de diseño y poema integrante míos, es el resultado los acontecimientos para compensar el Café amargo que el mes pasado revelaba la angustia y el dolor en la espera de confirmar la duda sobre la tristeza de mis propias previsiones que convergían en la tragedia.
Si aquel era café solo y sin azúcar, el Café de la esperanza, concebido en otro hospital, como aquel, es con leche y azúcar para confirmar la esperanza en acabar con el dolor y la angustia. Esperanza más allá del dolor y las penumbras dolorosas pero que dejan entrever la luz al final del angosto túnel de los padecimientos... Y la luz parece clara y posible, que no es poco...:
Disfrutemos del café con leche (y la pasta conveniente) en el simple desayuno. Empieza un nuevo día y, pese a todo, la vida sonríe aunque las dificultades y obstáculos existen.
MANUEL MILLÁN CASCALLÓ
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