domingo, 15 de julio de 2018

SIGUIENDO EL INSTINTO

Los humanos como los mamíferos, seguimos el instinto. Como los machos cabríos del íbice o cabra montés, a testarazos de instinto genético resolvemos los asuntos a todo o nada. Los seres humanos no hemos avanzado nada en este asunto y no es cuestión de machos o hembras, es más radical, más genérico y animal: establecer nuestro territorio y nuestro dominio y que todo cuanto existe en él es de quien lo domina, como un rey que solo espera ser desterrado por su equivalente. Está en la testosterona como está en el carnet de identidad de todos los seres vivos terrestres y por más postizos y añadidos racionales que subrepongamos, por más diálogos sesudos, por más tolerancias con que limemos asperezas y aceptemos al díscolo y al distinto y al otro y al rival, puestos en el atavismo de la histeria, seguimos el instinto aunque de él resulte nuestra perdición.

Si lo hacen las personas, no lo harán también los líderes, las poblaciones vecinas, las ciudades rivales, las comarcas, las provincias, las autonomías, los países, los estados, los continentes y los bloques... No es una bandera, una religión, un club deportivo, una ideología... la testosterona que precisamos los humanos para justificar la berrea que dictamine la razón a envites y embestidas para resolver de quién es el territorio, de quien el rebaño sumiso que es el pueblo. No son las luchas tribales de partidos y líderes una forma de berrea y las banderas la testosterona que excede al diálogo para convertir la victoria en humillación ajena... Realmente creemos que somos tan racionales como para creernos que, en alguna lid, la racionalidad supera a la irracionalidad que nos aboca al enfrentamiento fraticida... 

¿Qué creemos que es el considerar al forastero como un intruso en nuestro territorio?. ¿qué creemos que hay detrás del racismo, la xenofobia, el sexismo, el machismo, la homofobia, el clasismo... y todas las fobias aunque sea del Barça con el Real Madrid y viceversa, o del Barça con el Español, y viceversa, o de Tarragona con Reus... o...?...: Rivalidad... No, odio, testosterona, y hasta envidia... que nada tiene de sana y sí de resquicio atávico de nuestra instintiva defensa de la territorialidad más allá del amor al terruño y hasta a la propiedad... pura aversión del otro y del distinto... Será humano, pero irracional, intolerancia pura que dictamina que nos llamaremos humanos pero la gran mayoría no ha alcanzado ni de lejos este estatus que practica la tolerancia como normalidad absoluta e idiosincrásica...

De eso va este pictocaligrama que nos presenta la atávida lucha de dos machos cabríos en su época de celo. De eso va mi pictocaligrama tanto en la imagen que he diseñado con el poema, mi poema, que lo integra adaptándose a los perfiles y las sombras de los seres que simbólicamente nos representan: los machos en celo. Y para muestra clara de ello, así es el poema que lo integra:

Todos su empeño a todo o nada, insisten...
La tierra y el rebaño, el tiempo incluso.
No podía eso quedar inconcluso.
Cuestión de honor es como lo revisten

y el pueblo en manos de quienes se embisten,
del vencedor será siempre recluso
y al grupo no entrará ningún intruso...
Fuera quedarán quienes se resisten

a seguir los cantos de las sirenas
del celo colectivo y su locura.
Los gallos que pierdan, serán proscritos,

los perdedores solo tendrán penas.
Cumplen la ley más antigua y oscura
y cada año acuden a cumplir sus ritos

MANUEL MILLÁN CASCALLÓ

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