Desconocido es el rincón remoto que pulsa el vértigo del temor, del terror y la vida cuando enciende su huracán tozudo... hendido en tu piel, la herida profundiza y surge un torrente cristalino y vinoso... Dientes, sierras, púas, cuchillos en vendaval en la hélice berbiquí del delirio donde convergen el delirio y la furia, el martillo irracional que nos clava en la mente la jeringuilla y su veneno de odio y de ira latente desde nuestro yo animal... Como la llama, la furia tiene el magnetismo, la hipnosis que enlaza con los abismos insondables de nuestro subconsciente y emana como un huracán hasta que intangible difumina la hambre... Y surge, así, de improviso, como una náusea con su vómito hasta que se escupe completo...
El hecho es que todos lo hemos tenido y sentido alguna vez aunque sea por un instante diluido después por la conciencia y la consciencia... Existe ese monstruo en todos como en gen que nos ancla a nuestro origen... El que no sea una habitualidad en mí no implica que no lo conozca porque anida en todos y cuando existe y emerge, puede ser imparable...
El juego de símbolo del caligrama en su imagen surge de la furia animal y cae al abismo donde víctima y asesino puede coincidir en el vértigo y en el delirio y el delirio con su cuchillo tozudo, lo asesina todo en ese sinuoso recorrido que puede conocer la Muerte... El recorrido del poema que nace en la imagen y recorre su tobogán de símbolos acaba en el río de palabras hasta reconocerse asesino...
Yo no lo soy, no lo he sido nunca, pero cualquiera puede serlo en el huracán furibundo de la ira porque es irracionalidad pura...
Así reza el poema que lo compone:
Surgen dientes del terror.
Ya la ira cunde irracional y tozuda
y cae al abismo.
Víctima estás
de tu enigma
Matando estás
tiempo maldito...
Y silencio
de algún enigma
proscrito...
Emergen las sombras del delirio.
Tercamente te hincas en la carne
buscando el origen.
Carne herida,
el dolor te busca...
convulsivamente
sangre, vino tinto...
Tu alma exige el sacrificio
y el sueño profundo
que vuelve a su principio...
La sima del tiempo,
el péndulo de un reloj,
tozudo.
El arco de la duda traza,
mientras corta el nudo
de la duda;
el cuello se quebranta
y naces a la Muerte,
ser tangible,
que del músculo hace piedra
MANUEL MILLÁN CASCALLÓ
Y la Muerte adquiere su dimensión real al convertirse en piedra muda de olvido, sepultado en la tierra, cada vez más cubierto, cada vez más olvido en la lejanía del tiempo.
MANUEL MILLÁN CASCALLÓ