Bagheera es, como habréis imaginado, mi perra. Una pastora belga a la que le debo soportar la soledad de haber perdido a mi mujer. Ya llevaba años de vida cuando Marta murió y el bagaje de ser mi leal y fiel compañía, mi acompañante en paseos campestres y urbanos, en las terrazas de los bares, en el sofá de mi casa y cuando escribo en el ordenador. ¿Cuánto le debo yo a mi perra?. ¿Cuánto le debe la Humanidad a su celo, a su fidelidad, a su constancia, a escuchar nuestras penas y pasiones, a recibirme, cuando vuelvo del trabajo, como si hiciese años, lustros, décadas... que no nos viésemos... ¿Quién me despierta paciente y alegre por las mañanas?... ¿Quién me acompaña, secreta y nocturnamente en la soledad inmensa de mi cama?, ¿Quién me sigue donde vaya, olvida inmediatamente mis gritos furtivos y añora los juegos y los paseos que damos juntos?... ¿Cuántos años, cuántas alegrías y cuántas penas hemos soportado juntos?... gozado o padecido... una fidelidad inquebrantable y a prueba de bomba y solo pide cariño, comida, compañía, juego y atención... Cuánto más conozco al hombre, más quiero a mi perro... Nunca hubo sentencia más cierta ni más justa... No es de extrañar que, amén de este pictocaligrama con soneto incluido le haya dedicado otros dos y no pocos poemas y salga en gran cantidad de mis relatos... ¡Le debo tanto!. ¡La quiero tanto!... Nada más justo y entrañable que aquel viejo anuncio de televisión en que unos desalmados en coche abandonan con un miserable engaño a su perro en un bosque y junto a la carretera y dejan que este siga desesperado el coche en fuga hasta saberse abandonado y muestra una elocuente cara de pena y frustración infinita mientras le acompañaba el ciertísimo eslogan "No le abandones. Él nunca lo haría" dejando en evidencia en donde reside la miseria y el egoísmo inmisericorde, tan humanos, y donde la grandeza y generosidad y la fidelidad de nuestros perros (y muchas de nuestras mascotas domésticas... Nadie como ella y como ellos, merecen más nuestro respeto y aprecio com el poema y el caligrama que le dedico:
Allí donde yo estoy, tú eres mi sombra.
Amiga, compañera, fiel, leal,
bondad y compañía hecha animal,
presta obedeces si mi voz te nombra.
Allí donde yo voy, tú eres mi sombra.
Bagheera alegre es todo un festival.
Invierno crudo, calor estival...
Verla correr, saltar, la pena escombra.
Ella me seguiría al fin del mundo.
Atenta a donde vaya, allí está presta.
No importa si despierto o errabundo,
ni un grito mío enciende su protesta.
Ella me hace más humano y vivo,
justificando así cuanto la escribo.
MANUEL MILLÁN CASCALLÓ
El caligrama la presenta descansando a la sombra de pinos y encinas en uno de mis largos paseos matutinos y estivales por los campos, bosques, senderos y caminos de los alrededores de Cubelles... Largos paseos de dos a cinco horas, en los que ella y se desfoga corriendo libre tras alguna piedra o palo que le lanzo, tras los conejos que ve... Salta y brinca, corre como una energía desatada y camina a mi lado como una sombra fiel de mi camino... Sin ella, y la obligación que me crea, no andaría tanto... No tendría su excusa para obligarme a salir a la vida, al sol, a la Naturaleza y hasta al entorno humano...
Y fue así desde que era un cachorro juguetón que destrozaba muebles y paredes como cualquier retoño de cualquier especie de mamífero y así ya la inmortalicé cuando sólo tenía unos meses...
y era un ser que imantaba su energía a quien lo viese... Era imposible no jugar con él, no acariciarlo, no seguir sus trastadas...
Pero el tiempo pasa y, sin abandonar su fogosidad, ni sus juegos, dejó de mordisquear muebles y paredes para ser nuestra compañía campestre o en cualquier paseo urbano de los innumerables que, al menos una o dos veces al día prodigábamos con Marta...:
y convertirnos en un trío entrañable e inseparable. Sigue siendo mi nexo vital, un motivo capaz de trascender al hastío de la rutina y devolverme a la vida.
MANUEL MILLÁN CASCALLÓ
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