lunes, 24 de julio de 2017

IMÁN DE VENUS

Y volviendo a las musas de la inspiración y a las de la inspiración de la belleza en su propia hermosura, la mujer representa un canon estético físico ineludible que el mundo clásico supo asimilar, como sus imitadores prerrenacentistas, renacentistas y neoclasicistas a una belleza tangible en lo físico e inalcanzable en lo sensitivo que denominó, con Dante Alighieri a la cabeza, como donna angelicata, que se convertía en una mujer ángel deseada, incitada al placer sexual o pasional mediante el tópico del collige, virgo, rosas, contraponiendo su belleza  juvenil a la futilidad de la vida (tempus irreparabilis fugit) para así disfrutar o gozar sensitivamente aprovechando esa belleza (carpe diem), que resultaba inalcanzable para el acto carnal, y sí para el disfrute de su imagen descrita a través de un modelo determinado descrito mediante otro tópico, descriptio puellae, que la prefijaba como mujer de suelta melena rubia, frente despejada, piel pálida, ojos claros (azules, verdes, grises), mejillas sonrosadas, labios rojos, cuello esbelto... pero también una joven adolescente, ingenua, alegre, recatada, natural y distante que la consumaban como una madonna, una virgen inocente y pura
inaccesible a la tentación y al pecado carnal. 

De esta manera, en esa relación de artista pecador tentado de la belleza, admirador, al servicio de la amada, se alejaba de la relación de vasallo y señora que cifraba más la distancia en la frialdad de la mujer que en el propio recato real de esta. Pero una mujer no necesariamente apartada de la pasión y la locura del amor pasional.

Los románticos y neorrománticos volvieron sobre el modelo medieval, se acercaron a los celos y a la pasión como ya habían descubierto los barrocos y con modernistas y surrealistas se acercaron a sensualidad meridiana como lo hace también esta Venus actual, que no renuncia sino que hace patentes y palpables los atributos sensuales y sensitivos, admite la pasión, pero otorga el dominio de esta a la propia mujer, quien no renuncia al placer pero no identifica necesariamente la pasión con el sentimiento.

El poema plantea inicialmente una descriptio puellae que contrasta la rigidez clásica con atributos distintos, no es rubia, sus ojos no son azules, verdes, ni grises. su piel es morena y sus rasgos y atributos sensuales son meridianos... sigue, eso sí, el orden de la descriptio puellae estrictamente, pero como ya he ido haciendo desfilar, otorga a la mujer actual una variabilidad que se aparta de la rigidez angélica, ya vimos pasionales morenas mediterráneas, fogosas mujeres negras, gélidas bellezas nórdicas y ahora una sensual mujer de suelta melena castaña... La pasión contemplativa y tentadora de su belleza para el hombre heterosexual o para la mujer homosexual se mantiene intacta y potenciada aún por una sensualidad no escondida sino patente, que le otorga el disfrute carnal y pasional en igual medida que quien la desea y no subordina pasión y deseo necesariamente amor sentimental. No se trata de una mujer fácil, sino ardiente, segura de sí y conocedora de su poder de atracción pero no esclava del placer ni de quien la ama sino regente de sus propias apetencias...

El pictocaligrama concentra el poema en la imagen femenina, contorno, relieve, juegos de luz y sombra para decirse a sí mismo... El poema se encaja en el dibujo pero no se oculta en él sino que muestra evidente su papel simbólico en el personaje principal, la belleza femenina que concentra el imán de Venus, diosa de la belleza, musa e inspirador de la misma en el poema, mi poema:

Hipnosis de pura belleza estás
allí donde se funden fuego y cielo.
Bronce de tu melena libre y vuelo,
cobre de la alta cúpula me das

ceñido a tu osamenta y siempre a ras;
imán de tus ojos de miel, mi anhelo,
respingona nariz y mi desvelo
de tus labios de fuego, mi compás,

que al pozo de tu lengua indagadora
me arrastra, urgencia de mi pensamiento.
Y más Olimpo se desliza cuello

de cisne abajo, Venus seductora.
Ese zigzag de curvas lucimiento
divino en cuerpo y piernas es tu sello.

¡Oh, diosa inalcanzable!: Te contemplo.
Deseo ardiente me corroe terco.
De tu sola visión se estrecha el cerco
que convierte tu imagen en un templo

y esa veneración es la que templo
cuando oigo tu voz, te miro y me acerco,
diminuto ante ante ti y tu halo en cerco
y absorto de tu belleza, contemplo

una diosa desnuda, fuego y hielo,
lava candente pero piedra dura,
bajo tu piel candente, tu armadura,

que muestra bien su piel de terciopelo,
dulce, serena, alegre y elegante,
la caníbal pasión de lo distante.

MANUEL MILLÁN CASCALLÓ.

Frente a la visión de la belleza, divina, atrayente, deseable, quien la contempla sucumbe. La belleza anonada y más cuando no se esconde sino que se explicita, la tentación, el deseo fluyen pero la belleza no se entrega si quien la posee no la otorga con equivalente pasión y deseo... Contemplarla en sí misma, es suficiente goce...

MANUEL MILLÁN CASCALLÓ


viernes, 14 de julio de 2017

TERGIVERSADOR

El pictocaligrama muestra la imagen de un paz con aspecto híbrido entre pez y anfibio que es capaz de salir a superficie y caminar sobre la arena. El pez existe y es una muestra de la proximidad evolutiva entre estos dos órdenes de vertebrados, pero lo que me interesa es su valor simbólico que alimenta el ansia de ascender a una posición superior, la de otro medio, difícil de acceder para un ser con branquias que necesita adaptar estas a los rudimentos de pulmones y las extremidades anteriores, sus aletas, adquirir consistencia para acercarse a rudimentarios brazos capaces de ayudarle a arrastrar por tierra. 

El mismo mismo poder tergiversador que tienen los políticos para hacernos creer que son capaces de trascender a la vulgaridad del mar de los comunes y arrastrarse por paraísos prometidos que solo conocen por sus orillas, aquello capaz de dar a entender el paraíso posible que albergaría el Edén de Tierra Firma cual si este fuese un Olimpo de dioses solo habitable por los elegidos... teóricamente cualquiera de nosotros, que de seguirlo en sus ideales alcanzaríamos la grandeza, libertad y perfección a la que nunca accederemos, peces multitudinarios en el inmenso océano de los mortales.

Como el pez, los políticos son tergiversadores de la verdad en aras de un voto solo válido para que él mantenga su estatus de elegido sobre la vulgaridad de los comunes... No importa. Es un pez que tendrá que volver al agua como todos los demás cuando se le acabe el aire de los votos que allí lo colocaron.

El poema que integra también compone una estrofa clásica de seis versos rota por el colofón final, el séptimo verso que lo devuelve a la comunidad de los mortales, sin respuesta ni solución a su imposible proposición:
Tergiversando estás todas las normas.
El agua era ese abismo siempre a oscuras...
Ansïabas arenas, tierras duras
y a la tierra te lanzaste sin hormas.
Ese fue siempre tu paradigma,
pez o anfibio, anfibio-pez todo enigma...
Y resultó por siempre irresoluto

MANUEL MILLÁN CASCALLÓ

miércoles, 12 de julio de 2017

BAGHEERA III

Bagheera es, como habréis imaginado, mi perra. Una pastora belga a la que le debo soportar la soledad de haber perdido a mi mujer. Ya llevaba años de vida cuando Marta murió y el bagaje de ser mi leal y fiel compañía, mi acompañante en paseos campestres y urbanos, en las terrazas de los bares, en el sofá de mi casa y cuando escribo en el ordenador. ¿Cuánto le debo yo a mi perra?. ¿Cuánto le debe la Humanidad a su celo, a su fidelidad, a su constancia, a escuchar nuestras penas y pasiones, a recibirme, cuando vuelvo del trabajo, como si hiciese años, lustros, décadas... que no nos viésemos... ¿Quién me despierta paciente y alegre por las mañanas?... ¿Quién me acompaña, secreta y nocturnamente en la soledad inmensa de mi cama?, ¿Quién me sigue donde vaya, olvida inmediatamente mis gritos furtivos y añora los juegos y los paseos que damos juntos?... ¿Cuántos años, cuántas alegrías y cuántas penas hemos soportado juntos?... gozado o padecido... una fidelidad inquebrantable y a prueba de bomba y solo pide cariño, comida, compañía, juego y atención... Cuánto más conozco al hombre, más quiero a mi perro... Nunca hubo sentencia más cierta ni más justa... No es de extrañar que, amén de este pictocaligrama con soneto incluido le haya dedicado otros dos y no pocos poemas y salga en gran cantidad de mis relatos... ¡Le debo tanto!. ¡La quiero tanto!... Nada más justo y entrañable que aquel viejo anuncio de televisión en que unos desalmados en coche abandonan con un miserable engaño a su perro en un bosque y junto a la carretera y dejan que este siga desesperado el coche en fuga hasta saberse abandonado y muestra una elocuente cara de pena y frustración infinita mientras le acompañaba el ciertísimo eslogan "No le abandones. Él nunca lo haría" dejando en evidencia en donde reside la miseria y el egoísmo inmisericorde, tan humanos, y donde la grandeza y generosidad y la fidelidad de nuestros perros (y muchas de nuestras mascotas domésticas... Nadie como ella y como ellos, merecen más nuestro respeto y aprecio com el poema y el caligrama que le dedico:
Allí donde yo estoy, tú eres mi sombra.
Amiga, compañera, fiel, leal,
bondad y compañía hecha animal,
presta obedeces si mi voz te nombra.

Allí donde yo voy, tú eres mi sombra.
Bagheera alegre es todo un festival.
Invierno crudo, calor estival...
Verla correr, saltar, la pena escombra.

Ella me seguiría al fin del mundo.
Atenta a donde vaya, allí está presta.
No importa si despierto o errabundo,

ni un grito mío enciende su protesta.
Ella me hace más humano y vivo,
justificando así cuanto la escribo.

MANUEL MILLÁN CASCALLÓ

El caligrama la presenta descansando a la sombra de pinos y encinas en uno de mis largos paseos matutinos y estivales por los campos, bosques, senderos y caminos de los alrededores de Cubelles... Largos paseos de dos a cinco horas, en los que ella y se desfoga corriendo libre tras alguna piedra o palo que le lanzo, tras los conejos que ve... Salta y brinca, corre como una energía desatada y camina a mi lado como una sombra fiel de mi camino... Sin ella, y la obligación que me crea, no andaría tanto... No tendría su excusa para obligarme a salir a la vida, al sol, a la Naturaleza y hasta al entorno humano...

Y fue así desde que era un cachorro juguetón que destrozaba muebles y paredes como cualquier retoño de cualquier especie de mamífero y así ya la inmortalicé cuando sólo tenía unos meses...

y era un ser que imantaba su energía a quien lo viese... Era imposible no jugar con él, no acariciarlo, no seguir sus trastadas...

Pero el tiempo pasa y, sin abandonar su fogosidad, ni sus juegos, dejó de mordisquear muebles y paredes para ser nuestra compañía campestre o en cualquier paseo urbano de los innumerables que, al menos una o dos veces al día prodigábamos con Marta...:
y convertirnos en un trío entrañable e inseparable. Sigue siendo mi nexo vital, un motivo capaz de trascender al hastío de la rutina y devolverme a la vida.

MANUEL MILLÁN CASCALLÓ


lunes, 10 de julio de 2017

TEMPUS IRREPARABILIS SEMPER FUGIT

El caligrama, un reloj, pictocaligrama, con el poema, mi poema fusionado al dibujo que lo enmarca, en unos casos, meridiano, en otros, confundido como agujas o entre el entorno de la esfera. Hasta mi firma juega al escondite convertida en la marca del reloj de pulsera. No hay mejor símbolo del tiempo y su paso irremisible y fugaz, como tenaz, que un reloj, en este caso, de pulsera.

No cabe duda de que el viejo y clásico tópico Tempus irreparabilis fugit es, fue, ha sido y siempre será una obsesión para el ser humano. Lo fue para el hombre prehistórico que esperaba la primavera para pedirle a la Diosa Madre la fertilidad de las hembras grávidas de sus presas pintadas o grabadas en las paredes y lo fue cuando descubrió al antítesis de la Vida/Muerte y enterraba a los muertos en posición fetal para despertar a la vida enterrados, inhumados en posición fetal y junto a su ajuar de cazador y de mando y alimentos para el viaje ya en época de los neandertales y cuando estos mismos trepanaban los cráneos heridos de los miembros de clan trepanándolos para sanar de sus infecciones. Luego observó los astros y el cosmos a los asoció a la luna, a sol y a los astros y sus constelaciones y lo midió para mantener su economía de caza, agrícola, ganadera y pastora y su obsesión le llevó a los primeros relojes solares convertidos en edificios, como Stonhegue o a sus calendarios y a adivinar las catástrofes asociadas a las mareas y estas con los eclipses... Pronto descubrió que el tiempo era su propia medida, la medida de su vida y que cuando se nace, uno empieza a morir en su propio camino... Cronos o Kronos-Saturno era el padre de la vida y del mundo, el voraz dios que devoraba a sus hijos, víctimas, como el hombre y como cualquier ser vivo, de la condena de saber que con ella, con la vida, iba asociada la condena a su muerte, hasta tal punto que se convirtió para el hombre consciente en la única certeza.

Nadie como Francisco de Quevedo y Villegas supo definir mejor el tiempo como un instante fugaz que aboca el presente al pasado y va devorando sucesivos futuros, convertidos en presentes para hacerse inmediatamente en pasados.... Las agujas del reloj eran guadañas que giraban segando los instantes, el tiempo convertía nuestra vida en un punto (otro tópico), el tiempo vuela (nuevo tópico del tiempo) y hacía necesario convertir el placer potencial en goce inmediato, aprovechando el momento en que surge (carpe diem), aquel en que podía asociarse a la plenitud energética y vital en la juventud y por eso se rogaba a la bella joven, dona angelicata, aprovechar belleza y juventud gozando de los placeres terrenos, porque el tiempo es fugaz y se pierde entre los dedos como la arena del reloj de arena que se agotaba imperturbable en el reloj, descendiendo del cubículo superior al inferior cada vez más rápidamente hasta agotarse (es la petición tópica para disfrutad del amor sensitivo en la belleza y juventud que suponía el tópico Collige, virgo, rosas...)... porque el tiempo se va irremisiblemente y la infancia aboca a la adolescencia y esta a la juventud que agota su energía con la madurez sumisa.gris y obediente de rutina que va agotándose en hastío para ser vejez, pronto moribundez y, sin remisión, muerte efectiva. 

El reloj mecánico gira el torbellino implacable de su paso y su hélice va segando nuestra vida una y otra vez, como un terco molino que hace harina vida, ilusiones, goces... El preciosos edificio de madurez, acabará siendo ruinas (otro tópico que, como el que nos ocupa, obsesionó a los barrocos incluso más que a los clásicos y nos es raro que tal obsesión trascendiese de la Literatura y del Arte a la Ciencia y a la Técnica hasta dar, como fruto, la aparición del reloj mecánico)...

Menhires para constituir un reloj, clepsidras, relojes de arena que sepultan en el polvo de nuestro origen nuestra vida, nuestro cuerpo, nuestros recuerdos, nuestra salud... todo, como si fuesen el macabro construir de nuestro propio túmulo mortuorio... El reloj de sol parece indicarnos con su espada letal el fin de nuestros días y señalarnos como víctimas futuras y su acusación es una sombra alargada de un ángel macabro ya satánico, la Muerte misma al paso que soles y lunas van sucediéndose y agotando nuestros día pero permanecer para seguir advirtiendo de su muerte a quienes nos sucedan como ya lo hizo con quienes nos sucedieron...

Más macabro aún, el despertador canta obsesivo su tic-tac como una intrigante y amenazadora bomba de relojería que estallará llevándose nuestra vida por delante, y el de péndulo es una espada de Damocles que oscila letal para segar definitivamente nuestro cuello de condenado a muerte precisamente por haber nacido.

No es para mí nuevo este deambular obsesivo de relojes. Por no cansar, renunciaré a los caligramas parciales en donde aparecen tiempo y relojes como parte de su recorrido y renunciaré a su irremisible deriva, la Muerte, con sus calaveras y esqueletos, con guadaña o sin ella para no extenderme demasiado en uno de mis símbolos más característicos. Bastará con dos alusiones claras:

La primera alude al mi propio tiempo. Como una zarpa, el reloj de pulsera atrapa mi mano como las esposas de los presos, y se convierte en mi propia condena:
Atrapado en él, el tiempo fugaz atornilla mi vida en las agujas del reloj... un día y otro y otro en una cadena pertinaz que conduce de la ilusión al hastío, el dulce sueño, en pesadilla, de la que quizás despierte cuando lo haga la alarma de mi despertador y esta me devuelva a la aciaga realidad de la monotonía:
Sabré entonces que mi futuro es la condena de la cotideaneidad que me arrastra irremisiblemente hasta la muerte...

La Muerte, Fin o Principio, pero segura meta desde que nacimos.

MANUEL MILLÁN CASCALLÓ