Arrastrado por el laberinto berlinés, la ciudad es un puzzle de berlines destruidos, berlines renacidos y un Berlín nacido de la caída del muro de la vergüenza... Aquel convivió con una ciudad derruida que tuvo que lamer sus heridas hasta reconocerse nuevamente viva y aquel que clamó la caída del muro y la vuelta a ser una única ciudad libre y vital... La rebeldía se hizo imagen y grito en las paredes de las casas y en el muro que bordeaba el río Spree...
De la misma sucesión informe, este mural plasma mis gritos, paralelos a aquellos como un collage donde la aleatoriedad de los pedazos crea infinitas relaciones, pero cada uno de ellos es una proclama, un grito tan vital como autónomo por sí mismo, como ya proclamo, en su momento la escritura telegramática que inventó el futurismo, hizo suyo el ultraísmo y convirtió en pedazos el cubismo, para que el azar del dadá o del creacionismo le diesen el último hilvanado que daba al mensaje el sentido de un poema infinito y sin fin...
También este collage adquiere ese sentido y se constituye en portavoz del grito de la ciudad hecho mío para serlo también para una humanidad irreflexiva que va volviendo al carril de odio intransigencia que acabó en la vorágine de una guerra impía y brutal dominada por el fanatismo, el delirio y la histeria y al hombre a su negación absoluta como ser humano...
Aprendamos como Berlín, herida y aún acuciada de su propia pesadilla, para no olvidarla jamás ni volverla jamás a reproducir... pero cada vez parece menos ese el caso y cada vez nos aproximamos más a la histeria colectiva, al fanatismo que no conoce el freno a la violencia y a la venganza que nos autodestruirá.
Sea este un peldaño más para llegar a ese absurdo que pende sobre nosotros como una espada de Damocles.
MANUEL MILLÁN CASCALLÓ
No hay comentarios:
Publicar un comentario