Enredado en las patas de un monstruo equívoco, en su cabeza, en su tórax, en su abdomen o deslizándose en las sombras, la belleza, la palabra, la poesía se encubre en su disfraz... ¿Quién dijo que la belleza habita en lo evidente... La belleza asesina o late y se mimetiza de relojes, habita en ti y se dibuja en tus paredes... Tú la ves y la sientes y la haces bella y magnífica o incómoda o placentera cuando te envolvió en ese instante... La belleza picotea en el mármol de tu vida y absorbe el zumo de la perfección en las sombras... Quizás la sientas alguna vez, profundizando en tu piel y absorbiendo tu vida e intentes desembarazarte porque estás atado a lo prosaico, pero ella seguirá tu estela y en sueños clavará su puñal... Algún día sabrás de su veneno y ya nunca podrás huir de su ensueño... Dormir, dormir placenteramente en su prolífico sueño y el mundo se te antoje el verdadero monstruo al que no quisieras volver, ahora que lo ves bajo el infinito y horrible tapiz de imágenes que reflejan tus ojos
MANUEL MILLÁN CASCALLÓ
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