El caligrama retrata a un hombre cualquiera habitado de gritos y amueblado de frustración en un mundo áspero, gris, deshumanizado y sin esperanza como el actual. Es un hombre común cuyo rostro es el de ninguno como es el de todos, deslizándose hacia su negación absoluta. Es el retrato de uno y el retrato de todos. Allí donde miras surgen los gritos, el fracaso, el túnel que nos devuelve hacia nosotros mismos en nuestra nada alimentada cotidianamente de rutina.
MANUEL MILLÁN CASCALLÓ
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