sábado, 26 de junio de 2010

MUJERES SIN ROSTRO

Entre el caligrama y el pictograma caligramático, el poema se expande por el contorno y los pliegues de velo y vestido de ambas mujeres musulmanas para dejar el dibujo al fondo de la imagen. La visión es exacta: dos mujeres cubiertas con un velo integral, semitransparente en un caso y traslúcido en otro, que permite a ambas mujeres ver el mundo en penumbra y distorsionado sin ser visto su rostro y, de hecho, su figura, para los demas. Es decir, ataviadas con burkas y no con nikhads (aunque haya poca diferencia). El poema se centra en el sentido de tales atavíos, con una visión evidentemente influida por la cultura occidental y llevada a voz (o escritura) y dibujo por la fusión de la razón con mis propias emociones y sentimientos. Presenta a ambas como fantasmas de sí mismas, negadas en su identidad y, por supuesto, en su feminidad y como sumisión al hombre (varón) y a su cultura, acusando más a estos, y a una iglesia radicalizada, que no a la propia religión musulmana de su propio atavío. En una cultura dentro de un marco general semítico en donde la influencia del judaismo no es ajena a la misoginia, la mujer es postergada en pos de una visión tabú del sexo y la sexualidad, en donde la mujer no es sólo la tentadora que arrastra al hombre al pecado sino el pecado y la tentación del hombre en sí misma.
El poema es claro en la definición y en lo matices. Negada a sí misma en su condición de mujer, es obligada a esconderla y negar su rostro (siquiera su mirada), su identidad y su cuerpo completo, convirtiéndola en un ser humillado y culpable sin conocer realmente cuál es su culpa.

Es el reflejo de una mentalidad arcaica, tribal, misógina, tópica y atávica, como así muestra el poema:
Fantasma soy, pozo de olvido, abismo.
Mi negación está escrita en mi velo.
Aquí, en la sumisión, vetado cielo,
construyo mi castillo de altruismo.

Sombra del hombre, como un escapismo,
en su pos me deslizo `por el suelo
y en mi prisión me pierdo haciendo hielo
de mi cuerpo emboscado en tremendismo.

No un dios, sino el hombre, diseñó, ciego,
este ataúd de ropa por su miedo,
espejo de su orgullo y de tanto ego,

que quiso limitarme en cuanto puedo
para no demostrar cuanto era cierto:
que soy su obsesión hasta en el desierto,

tentación que alimenta su condena.
Y pao su debilidad, su fuerza
bruta, con este disfraz...: ¡No le tuerza
la libertad viendo en mí su cadena!...

Y así, en mi negación, cual alma en pena,
me arrastro sin rostro que en él ejerza
de fuego de pasión, su viva fuerza,
y con él arda en pecado y condena.

Llevo mi cuerpo cual estigma impuesto,
mi rostro de enigma interrogante,
me niega como humano hasta en su gesto...

Soy una humillación muda e implorante
siquiera de su culpa sabedora,
ignorada del Mundo, sin tiempo ni hora

MANUEL MILLÁN CASCALLÓ

Ahora bien, poema y caligrama feron creados a principios de mayo del 2010, como reflejo de uno de los muchos mundos abocados a la miseria, a la desigualdad o al abuso. Nunca jamás defiende ni defenderá una visión tan radical como, tanto la de quien obliga al uso de tales prendas, como, por el contrario, la que supone la actual politización del tema del uso del burka y el nikhad para prohibirlos en lugares públicos y que defienden partidos de catalanismo radical (y fascista) o el PP y Convergència (y con el que han coqueteado también, según el municipio, PSC y ERC, pidiendo, incluso, que se haga una ley estatal al respecto). El reconocer las evidentes condiciones de humillación moral (siempre bajo nuestra visión, y aquí nadie es Dios ni Alá para creerse con derecho definitivo a juzgar y condenar las creencias ajenas) no son ni serán nunca condiciones suficientes para la prohibición de nada. Sino, pienses en que les estaríamos dando razones para que nos obliguen a vestir como ellos en sus países cuando los visitamos (y no ya en las mezquitas, sino en cualquier lugar público).

Es verdad que daña la vista, la razón y los sentimientos su visión, pero la prohibición sólo servirá para añadir más humillación a la condición de mujer en casa de un radical musulmán, que aprovechará para impedir que siquiera su mujer salga de casa, y llevará a los radicales occidentales a prohibir y perseguir todo tipo de velo o pañuelo, que no ha mucho era de uso común en nuestro propio país. Además, es más que peculiar hacer una ley para un número insignificante de personas, no sólo dentro de la población general, sino incluso dentro del propio núcleo musulmán que aquí habita. Es verdad que siempre es más conveniente seguir el refrán Allí donde fueres, haz lo que vieres... pero piensesn que, por la misma regla de tres, ellos también podrían aplicarlo con nosotros cuando les visitamos y utilizando el mismo rasero.
MANUEL MILLÁN CASCALLÓ





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