Nos situamos de nuevo ante un animal de la serie Fauna salvaje, con este mi dibujo poemado, que identifica y separa mi dibujo-ilustración, que sirve de inspiración a mi poema, dedicado a un animal tan simbólico como la hiena.
Como reconocido carroñero, este carnívoro de la sabana africana, se asocia a la Muerte, y como todos los carroñeros, a lo tétrico, tenebroso, despiadado y horrible (lo mismo le ocurre a chacales, buitres, marabúes y hasta al propio cuervo, quien, además, se asocia a la magia negra y a la brujería)... Como muchos de ellos, de hecho, casi todos, conforman el ejército de comensales que conforman la brigada de desinfección de lo putrefacto, en este caso de la sabana, y allí donde este, el superpredador más feroz entre los carroñeros, el primero en disfrutar del morboso y ténebre ágape del cadáver y sus despojos.
También como muchos de ellos, acude en manada o clan familiar y es tanto más agresiva y dominante cuando más miembros poseen el grupo y más feroces las hembras las que mandan (no así en los leones, cánidos ni en los córvidos ni en los marabús), porque sólo ellas, los cachorros y los machos jóvenes la integran... Esa misma fuerza de la ferocidad y la cantidad es la que usan para arrebatar presas a los cazadores individuales de su entorno como para cazar.
Despiadadas, tenaces en seguir a sus presas, iracundas, feroces, su mordedura potentísima es letal y proverbial la imagen de furia y la intransigencia cuando amenazan a rivales y presas.
Su mala fama, como la de los demás carroñeros, asiste a las personas despiadadas, aprovechadas hasta lo imposible, implacables con sus víctimas y especialmente con los humillados, los miserables, los árboles caídos... Como las arpías, no tienen piedad con el vencido...
Eso sí, las madres defienden a sus crías como toda buena madre, pero también son rigurosas y distantes en sus relaciones en grupo y en la relación de sus crías entre sí como con los demás miembros del grupo, incluidos sus cachorros.
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