viernes, 25 de diciembre de 2020

¡FELIZ NAVIDAD!... ESPEREMOS

 En estos tiempos que corren, agobiados de oleadas consecutivas de esta pandemia que nos hemos ganado a pulso por nuestra negligencia creciente como acumulada, el deseo supera con mucho a la esperanza real mientras el mundo conocido se descompone a marchas forzadas y agoniza tanto en las sociedad humanas y estados como en la Naturaleza enferma y agotada de tanta sobrexplotación y tantos detritus... La sociedad capitalista ha demostrado ser una quimera en su estabilidad y en su globalidad. Lo que parecía asentado, férreo e incontrovertible ha resultado ser endeble y quebradizo como todo lo que el hombre crea a pesar de su complejo de  Dios por la tarde y cae como un ídolo de barro y como todas las civilizaciones históricas anteriores que creyeron ser también invencibles... Así este poema mío se encuadra en esta encrucijada donde se cruzan las dudas y los miedos con los buenos deseos y la esperanza de acabar con esta pesadilla... Algo difícil en una sociedad negligente e incontrolable tanto en los poderosos como en las masas poblacionales...:

Un rayo de esperanza cruza el firmamento

aunque perduran los rayos y truenos

sobre el cielo atormentado...


¡Tengamos fe y convicción!.

Un día aparecerá el Sol.

¡Yo sé que aún existe!


Cobijado está tras las tinieblas

del delirio. Asoma en sus fronteras

con luz ardiente de vida.


Asoma la claridad por las rendijas

y promete devolvernos la alegría

perdida tras los barrotes


de esta condena transitoria.

¡A ver si cambia la historia

y nos devuelve la fiesta!


MANUEL MILLÁN CASCALLÓ

domingo, 13 de diciembre de 2020

EVOCANDO EL PASADO (IMAGEN)


 Complementando la visión anterior, aquí está la imagen origen del poema Evocando el pasado. Una imagen sugerente y simbólica dibujada por mí a tinta china y plumilla con sombra de rotulador gris.

El escenario es real pero es evocado en un cruce de actualidad y rememoración del pasado.


MANUEL MILLÁN CASCALLÓ


EVOCANDO EL PASADO

 Con un dibujo poemado sugerido por estos días de otoño invernal que nos dejan los primeros días de diciembre de este amargo 2020, continúo la visión de la Naturaleza desbocada y añorante de un pasado dominado por su mano. Un demonio que el hombre ha roto durante siglo y milenios de vivir solo pensando en sí mismo y aprovechando un Planeta cuya riqueza, cuyo clima, cuyos hábitats y cuyos habitantes salvajes, animales, plantas y clanes humanos, creía inagotables e indestructibles. 

La visión de la imagen, mi dibujo, retrata, en la fuerza de la Naturaleza, en la beldad de su contemplación, la evocación de un pasado en consonancia con ella, cuando empezó nuestra domesticación de cuanto nos rodeaba y de nuestra economía aprovechando cuanto la Naturaleza nos ofrecía. En el punto de humanización preciso que conduce, vertiginosamente hasta nuestro presente y nuestra consciencia de que el camino sin retorno que entonces comenzamos tímidamente nos ha llevado a la destrucción de todo y de todos cuando la ambición nos hizo perder todas las mesuras y respetos con los que comenzamos el camino de lo que llamamos el progreso.

La imagen presenta una atalaya, una plataforma de madera, que haciendo de embarcadero y lugar de pesca improvisado, que asemeja uno de aquellos palafitos neolíticos donde sobrevivían muchas de las civilizaciones iniciales del Neolítico. Y tal como lo retrato en imagen, lo poemo en verso...:


Como quien vuelve atrás en el tiempo, el viento

azota, bruma, frío, humedad,

y arrastra furioso y sin piedad

el látigo voraz de las lluvias, su esperpento


y los relojes locos, su brújula pierden

y rememoran estampas del pasado.

Los ríos feroces se han desbordado

y los pantanos, lagos y lagunas se ciernen


sobre las tierras embarradas de la ribera,

que, anegadas, árboles náufragos muestran

a merced de la corriente impetuosa.


Otoño es una furia desbocada y certera.

Nubes y nieblas, casas y bosques secuestran

presos del agua furibunda y vertiginosa.


Como surgida de antaño, una plataforma

de madera desafía las aguas donde se remansan.

Y cerca de las tierras donde, barrosas, descansan

las aguas mientras esculpen en arcilla su horma,


erigen un palafito de pesca improvisado.

Una atalaya que otea el gran espejo cristalino

del pantano bordeado de colinas de un zaíno

crisol umbrío por las nieblas difuminado.


Un madero con sedal ahorca un pez arcano

oculto entre la corriente y se intuye

la lucha feroz por la supervivencia.


Así fue en el Neolítico lejano

y asím se asemeja el presente reconstruye

lo que antaño fue común vivencia.


MANUEL MILLÁN CASCALLÓ

jueves, 10 de diciembre de 2020

ÁRBOL DESHOJADO: OTOÑO ETERNO

 Volvamos a la Naturaleza para mostrar este pictocaligrama de un árbol milenario de hoja caduca, deshojado por los vientos de otoño, de este otoño triste de pandemia, y con él un paisaje sinónimo de los momentos que vivimos. Un páramo de vegetación escasa, triste y de aspecto anodino y gris casi de moribundez, pero, sobre todo, de cansancio:


Un árbol representación del paso del tiempo y la supervivencia ante un clima y un espacio adverso y tenaz que conlleva el hastío, la soledad y la desolación. 

Imagen y poema convergen en la descripción del árbol milenario y en esa sensación de tenacidad, hastío, monotonía y narcosis ante una realidad terca y sin alicientes:

Así es el poema que lo integra:
El tronco retorcido, inmenso, viejo
del árbol milenario, deshojado
está, de otoño, calvo y sin amparo.
Su cuerpo, torturado, no está muerto.

Otoño se llevó sus hojas... Viento
y viento... Ni alfombra éste le ha dejado,
Ni hojarasca, ni frutos desplomados
como rastro del tiempo (feroz, fresco

y caducado...), a sus pies, da testimonio
vital... Un espectro es ya que tirita
de escarcha o de fuego solar, se abrasa.

Son sus noches y sus días de corcho
narcoléptico y sestea y dormita
en el páramo desierto. En su casa...

MANUEL MILLÁN CASCALLÓ

Esa sensación de que el tiempo, cuando se prolonga, duerme a quien lo vive, lo sufre y lo soporta y sueña y dormita incapaz de ser consciente de que existe o un duerme un sueño eterno sin saber dilucidar la Realidad del delirio y la pesadilla... Un tiempo ya sin referencias y un espacio brumoso más allá de donde alcanza su visión fija como un retrato panorámico perpetuo.

MANUEL MILLÁN CASCALLÓ