Liebres, otro milagro de la Madre Naturaleza. Este lagomorfo veloz, pariente del conejo o la cobaya, no es un roedor, como muchos creen por mucho que roa los tallos de las plantas que devora... ágil, rápido, inteligente y sagaz que suele amargar a sus perseguidores con sus raudas carreras en zigzag, lo que a menudo le hace salvar la vida y dejar con un palmo de narices a sus predadores.
A diferencia del conejo, la liebre, más grande, estilizada, de mayores orejas y patas más largas, no depende de la economía rural humana, por lo que no es en los campos donde se la encuentra, si no en zonas salvajes, sean de campo abierto, sotobosque o bosque, aunque comparte con su pariente sus hábitos nocturnos.
La imagen es clara y el poema que las describe y glosa se halla distribuido por sendas liebres, comenzando por la que está en plano superior, más lejano, y concluyendo por la más cercana y dice así:
Atenta estás a todos los peligros.
Largas orejas, aguzado oído,
ojos avizor, todo por ti medido
y si ataca el enemigo que, hambriento,
sigue tus pasos y aprecia tu carne,
huyes a la carrera, siempre atento,
y trazas un zigzag de experimento
para cansar a tu perseguidor.
Tan rápida es, que solo el galgo puede
alcanzarla a veces y, aún así,
más de uno cae agotado por ti
y tu rauda carrera y tu valor.
MANUEL MILLÁN CASCALLÓ
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