El Pictograma, continuación temática del anterior, sigue las mismas claves simbólicas del caligrama anterior y del símbolo general del Altar heleno, donde los pulpos son amantes pasionales que prolongan, en ardiente amor la primera cita carnal... La obsesión sensual y sexual halla en el pulpo el símbolo perfecto de sí misma y su esencial pasional. El pictocaligrama muestra en imagen lo que el poema glosa y, formando parte del mismo poemario, los amantes son los mismos.
La imagen simbólica de los pulpos frente a frente como amantes solícitos acuden al combate sensual cual guerrero a la lid y equipara la pasión sensual a una batalla en la que ambos combatientes serán vencidos por la pasión. Así lo sugiere la imagen en los fondos marinos y así, como mi caligrama, lo dice el poema que lo integra, mi poema, que reza así:
Acuden al encuentro, deseos,
como niños prendados de un juguete,
y esa pasión ciega que promete
que ambos serán amantes impetuosos,
guerreros de un combate a vida o muerte
donde ambos serán de su amor vencidos,
de carne y mente para siempre heridos,
y es mantener tal combate su suerte.
Esgrime del encuentro su aliciente.
Es una exploración sin precedentes
descubrir al tacto el mapa completo
de toda su orografía evidente...
Llanos, simas, montes y sus pendientes,
carne, músculo y hasta su esqueleto...
Fuego de pasión, arden los amantes,
caníbales fundidos en abrazos...
Diríase que tienen ya mil brazos
el uno para el otro y asfixiantes.
Molinos que tornados son constantes,
uno a otro anudados como lazos.
Gimnasia de flexiones, martillazos,
galopando van los dos triunfantes
a la carrera del amor ya fuego...
las prospecciones de todas las simas,
los cráteres ardientes y sus rimas...
Solo existen los dos, pasión y apego,
besos indagadores, lava ardiente,
en el sin tiempo plantan su simiente.
Y quien lo siente cree que será eterno
este tango de pasión ya sin tregua,
esta fusión celeste cielo infierno
donde no existe duda ni cegua
de la pasión feroz del contrincante...
amor, amador, amado, amante...
MANUEL MILLÁN CASCALLÓ
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