Si hay alguna representación viva que presente de forma certera la sensación del paso del tiempo en un ser vivo es la de un de esos árboles milenarios de cuerpos (tallos) nudosos y retorcidos y amplios y numerosos tentáculos (raíces) hincados firmemente a la tierra y con ella, a la vida misma. Cada año añade una nueva pared, un anillo y su inmenso y bello corpachón es toda una proclama de la lucha por la vida... Su aspecto adquiere una estampa dramática y espectral como solemne y contundente de fuerza y tenacidad brutal... Es el tiempo eternizable, capaz de unir a la rutina cotidiana, la supervivencia a la brutal fuerza de la naturaleza, soportando nevadas, ventiscas, tormentas, diluvios, el fuego, los temblores de tierra, rayos, huracanes, aridez, plagas de animales, sequías, herbívoros voraces y al hombre... sobre todo al hombre ambicioso y ciego al tiempo, la paz y la belleza, con sus guerras, sus ansias de explotación, la polución... Como la roca misma, soporta todo y nos soporta elata e impertérrita.
Mi pictocaligrama es claro en la imagen del árbol milenario con su tallo gigante y bravío como lo es el poema, mi poema que lo integra:
Retorcido de años y años, de antaño...
La corteza crespa, el torso abultado...
Su pelaje de hojas ya está cansado...
y cada año hace su anillo castaño
Ya murieron otros de su rebaño
verde y en el mismo bosque olvidado
y siempre con arbustos a su lado.
Árbol milenario, vive sin daño
su vejez. No le hirió el rayo asesino
con esa eléctrica espada de fuego
y aún deja sus hojas temblar de viento...
Su tronco esculpido de años, sino
de los labrados por el apego
al suelo en el que nacieron... Su asiento..
Sus raíces clavadas en la tierra,
manos que escarban la epidermis fría
buscando su origen en la porfía
mineral de la vida que se entierra
de siglos mientras crece y se emperra
en respirar al aire libre día a día,
que a intensas bocanadas, sentía
revitalizar la savia con se encierra
cada hálito de su arbórea vida...
¡Tantas vidas a su lado han transcurrido
que ya no recuerda sus rostros ciertos!
Parece que dormita pero no olvida
vivir la intensidad con que ha vivido
y aún mantiene sus ojos despiertos.
MANUEL MILLÁN CASCALLÓ
No hay comentarios:
Publicar un comentario