El caligrama refleja, como si el tiempo no hubiese pasado, la obra gaudiana de la Sagrada Familia barcelonea en su sentido más totémico y sin buscar el fiel reflejo ni de su estructura actual (y posterior a la vida de Gaudí) ni de su aspecto más completo. Me interesa más la simbología icónica por su relación con su autor, Antoni Gaudí, y con su intención original respecto al resultado que no la pormenorización del edificio.
Vaya por delante que aquí, el caligrama devora en su estructura una declaración de lo que es la actual Ciudad Condal, el lugar donde nací y donde víví mis primeros cuarenta años, que por su intrínseca esencia con el laberinto de símbolos de esta obra inequívoca y cumbre de su particular y genial arquitectura, se completa con el poema que no es el que se pierde en el edificio y que, como contraposición, se dedica exclusivamente a Gaudí, a la Sagrada Familia y a la idea inicial del arquitecto, tan místico y sembrado de fe y apego a la religión católica como se diluye en la modernidad pagana de la próspera ciudad.
El lector se verá, pues obligado a indagar el poema que se pierde en la imagen de la fachada, un canto a Barcelona y su variada y mutable entidad como se ve obligado a descubrir la laberíntica simbología que Gaudí dispuso en esta maravilla arquitectónica.
El poema visible que lo complementa, tan mío como el caligrama, imagen y poema que incluye, es claro y meridiano y se dice a sí mismo en su denuncia de la antítesis final con el propósito de su creador cuando la construyó. Eso sí, Barcelona, la que fue su coetánea, como la actual, queda con ello retratada en su símbolo más evidente y meridiano:
Esta mano de Dios implora al cielo.
Gaudí la talló catedral futura
como una habitable e inmensa escultura
que emergía del mismísimo suelo.
Una ciudad próspera, su desvelo:
Barcelona emergente en su hermosura,
que creció galana en su donosura,
se vestía burguesa, fuego y hielo...:
Comerciantes, banqueros...
pero obreros,
toda de escaparates para el rico
y barrios miserables proletarios...
Dinámica nos sigue en los postreros
tiempos de predominios fiduciarios
Sí... mas vivir en ella cuesta un pico...
Y el edificio gaudiniano vive...
Joven audaz que fue en su nacimiento
cuando mordió la tierra y su cimiento
se creció tótem que a su autor describe
como el genio que fue, tan visionario,
adorado y preciado estrafalario
pero único, como esta catedral
surgida como icono celestial...:
Era una mano que se se hará corona.
de cuatro torres, dieciocho surgieron
y un laberinto gótico se hicieron,
de símbolos, un bosque en Barcelona.
Si Gaudí levantara la cabeza,
la reconocería en su grandeza...
Pero él la levantó a Dios, buen creyente,
pensando que nunca se concluiría.
Ahora que su belleza ya extasía,
nos parece posible y recurrente
darle fin en una ciudad pagana
a quien solo el capital viene en gana.
MANUEL MILLÁN CASCALLÓ
Gaudí la creó como una implorante mano fervorosa que suplicaba a Dios, su Dios, por una ciudad próspera que, aún fervorosa, agradecía al Creador su fortuna... Pero esta torre de babel, como la bíblica, a quien nadie puede negar su belleza singular y su excepcionalidad es ahora más el símbolo del comercio y el negocio que no la catedral que su autor dedicó al dios en el que el tanto creía.
Sin duda una obra genial que demuestra el genio creador de Gaudí, pero no sé hasta que punto la catedral que el él creó y empezó a construir.
MANUEL MILLÁN CASCALLÓ
No hay comentarios:
Publicar un comentario