Obligado por la retórica del trabajo acuciante, mucho ha tenido que esperar este caligrama, a pesar de estar confeccionado en diseño y poemas en la fecha en que salió la nefasta sentencia de este grupo organizado de acoso, acorralamiento, abuso y perpetración de una violación evidente para todos menos para los jueces en su sentencia, para ver la luz. Es una opinión, la mía, ampliamente compartida ante lo que me parece incuestionable y así lo expongo en los poemas de este pictocaligrama. No solo no creo en el consentimiento sino que veo evidente que, acorralada en un cubil, el pánico de la joven no le permitió siquiera reaccionar (ni a ella ni, pienso que a nadie).
La Manada, nunca mejor puesto un nombre, acosó a la presa hasta acorralarla en un lugar sin defensa alguna, y como las presas de una manada de lobos, sucumbió, aterrada, a ser pasionalmente mancillada y devorada por sus salvajes perseguidores.
No es una ocasión de jolgorio y regodeo, como opina uno de sus jueces, el sucumbir a cinco bestias sin piedad y ni siquiera un previo flirteo posibilita ningún aminoramiento de culpa a lo evidente: ni hay consentimiento, ni regocijo, ni placer, solo mancillamiento, abuso, humillación, dolor y todo lo que supone una violación en toda regla.
Más respeto me merecen los lobos que simbolizan que los salvajes que actuaron con nocturnidad y alevosía para abusar y violar a una chica indefensa.
Dicho esto, que el diseño de la imagen refleja una manada de cinco lobos al acecho de presas que cazar (porque ciertamente, lo que hicieron fue cazar a una inocente chica) es evidente. Una manada ojo avizor.
El poema, mi poema, que se integra en los lobos, se compone de dos sonetos I y II, y viene a dar fe de este acoso y cacería de una manada de verdaderas fieras hambrientas:
I
Feroz amenaza a la cordera desvalida.
Acorralada, el pánico se cierne sobre ella.
La sangre inocente marcará el fin de su estrella.
A dentelladas desaparecerá su vida.
Es la ley de la Manada, salvaje, atrevida...
El hambre de todos ya ha visto otra doncella.
Para el fuego de su pasión, todo se atropella.
La doncella será, pues, pasto de su embestida.
Acecho, persecución, dentelladas al viento:
el terror es la mejor baza de la Manada
y su presa sabe. en la huida desesperada,
cuando llega su fin. Ya en su último aliento,
acorralada y aterrada, se paraliza
el furor irracional que el grupo pone en liza.
II
Un beso robado en el torbellino.
La Manada es un tornado, un infierno
desatado como turba de averno
con su hoguera feroz en desatino.
Azuzado de pasión y de vino,
aúlla el grupo, de la caza el cuerno,
dispuestos a acosar el bello y tierno
reclamo de su hambre y ya destino
de su tenaz persecución impía:
esa corza galana e inocente
que pretenden postrar a dentelladas
de furor y sangre en la tal porfía,
ya vencida a sus ansias desatadas
y su brutal pasión delicuescente.
MANUEL MILLÁN CASCALLÓ
Espero que, observado el grupo organizado en su acoso y derribo de la pieza elegida, nadie ponga en duda que, atrapada y en el furor y torbellino a dentelladas, una vez abatida, está muere antes de pánico de las dentelladas que le dan y que, por lo mismo, una víctima de violación, una vez atrapada pior su cazador, sucumbe al pánico y solo siente dolor, terror y ausencia y humillación ante quien la viola sino asco y, desde luego, aturdimiento.
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