La imagen de un joven sin rostro definido en lo concreto de un individuo con nombre y apellido define el sumatorio de proyecciones en la proyección de un futuro mentido... Blanco y desprovisto de tribu, aparentemente un futurible triunfador, no es más que un ente deseable que niega la apisonadora de una realidad tozudo... Un deseable colectivo de avezados yuppies desalmados incapaces de pensar más que en ellos, borreguizados de cibernética y nacidos para aplastar, como sus ideadores e ideólogos a quien se le ponga delante pero incapaces de reconocer que que el mundo es un gigantesco boomerang que ha olvidado que no hay ser más estéril y abocado a la vorágine de las modas que aquel que asume la perfección supina que azuza su venidera derrota a manos de un equivalente desalmado triunfador.
Un imberbe que nació y se alimentó con vocación de dios por la tarde, abocado al tobogán de las presencias y las fachadas... Él mismo acabará consigo... El caligrama lo representa en su rostro de niño bueno convertido en un grito de autodestrucción azotado de ambición y de sintiempo ese grito que clama... : El viento azotará y azotará con su reloj furioso y el mismo huracán que lo creó, la misma lava que surge de su ígneo volcán de energía será su propio asesino...
Quien todo destruye a su paso acaba por destruirse a sí mismo y el reloj gira hasta construir su rostro abocado de la cima al precipicio
Así describe el poema, mi poema el caligrama que se construye de ese ímpetu sin fin que es grito en el quicio entre el placer y el dolor que impulsa el barco contra el acantilado del mundo que destruyó en su provecho y acabaró por destruirle con igual vorágine sin piedad ninguna...
MANUEL MILLÁN CASCALLÓ
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