El caligrama, de hecho un pictograma caligramático que integra tres pictocaligramas míos del poeta Juan Boscán Almogáver, iniciador del Renacimiento italianizante en castellano y en España, tras el primer cuarto del siglo XVI, poeta petrarqueño y prosista seguidor de Bembo y Castiglione, humanista, ya aparecidos como caligramas en este blog, junto con una donna angelicata (como corresponde al tópico principal del movimiento literario inspirado en el Trecento italiano) representa una síntesis simbólica de aquel momento. Los cuatro caligramas se integran en un paisaje alumbrado por un sol que representa la efigie de perfil de Francesco di Petrarca, guía e inspirador máximo de nuestro renacimiento literario, cuya mímesis impone al humanista, erudito, imitador y estudioso del mundo clásico y helenístico como impulsor de las lenguas vernáculas y del nuevo concepto, el antropocentrismo que coloca al hombre como medida de todas las cosas y como centro de su universo acabando por el teocentrismo cristiano, que colocaba a Dios como centro de todas las cosas y al hombre como un simple transeúnte de su vida y como peregrino de la misma en busca de su eternidad santa y su salvación en el ultramundo.
Los cuatro caligramas se integran en una unidad de superposición de cuatro planos. El placto vector o bisagra corresponde a la contraposición entre el sol (Petrarca, representado ppor una moneda, un doblón o ducado de oro, que une el valor material de los mecenas que financiaban el arte y la cultura con el valor intelectivo y cultural de la misma. La luz intelectiva basada en el intelecto y la erudición que representa el humanista y el artista y escritor como uno de los representantes característicos de la misma), la luz intelectiva y el fin de la minusvaloración del hombre, su obra y su vida, y principio de la valoración del mismo fundamentada en el conocimiento, en el ansia y búsqueda de perfección mediante la búsqueda de la belleza, la pureza, la sencillez y la nobleza ética del llamado cor gentil y como inspirador del Renacimiento que se basa en tal concepción frente a la oscuridad tenebrosa del teocentrismo eclesiástico, que sume a la humanidad en las tinieblas y al Mundo que habita en un desierto infinito plagado de sufrimiento que sólo conduce al abismo de la muerte en el desconocimiento y huida de cuanto existe.
Si Petrarca es el Sol que alumbra el nuevo Mundo, el Renacimiento, y allá donde alcanza su influencia es la luz. La Luna es la Iglesia de Roma, la cristiandad regida y vigilada por el clero que halla pecaminoso e inútil todo cuanto existe y convierte el mundo en un engendro plagado de trampas y engaños de los ojos, todo pecado y futilidad que conduce directamente al abismo. Por eso el marco no solo es un paisaje en general con escasos vegetales y ningún árbol, pasto para los hombres-borrego que ascienden la desértica cima de un mundo sin perspectivas. Más allá del abismo, no hay nada. La Luna muestra un monje orante en visión frontal.
Allí donde llega la luz del antropocentrismo renacentista, creciente, el hombre alcanza dimensión gigante a partir de su propia obra, guiada por el intelecto, en contraposición a la oscuridad de la concepción teocéntrica eclesiástica que regía el mundo medieval. La luz se torna imperante como un amanecer a la vida y a la cultura, y la mímesis del mundo clásico convierte el orco, el amanecer en Renacimiento, con la imitación de la cultura, el arte y la Mitología clásica. Es el primer plano o plano marco. En él, la luz va desplazando la oscuridad hasta hacerla casi desaparecer allí donde la cultura, la razón y el conocimiento alumbra la vida.
Los otros tres planos habitan en la luz. allí donde Boscán, el poeta habita. El poeta ocupa y habita el segundo plano, regido por las tres caras de Boscán en un juego, que partiendo de la humanización del único retrato de Juan Boscán, el perfil que del mismo aparece en su poemario conjunto con Garcilaso de la Vega (Las obras de Boscán y algunas de Garcilaso de la Vega repartidas en quatro libros ) para descubrir su posible rostro real haciendo girar el retrato del mismo. El proceso conforma una aproximaxión creciente en el dibujo. Parte del perfil mirando hacia la derecha (inversa al original), en la lejanía, para acercarse al perfil mirando a la izquierda, en posición central y acabar en la visión en perspectiva florentina de la cara de Boscán. A diferencia del primer plano, en el que solo el sol posee una inscripción, aquí, las tres figuras de Boscán son bustos que no llegan mucho más allá de los hombros y pecho del poeta y, todos ellos son caligramas cuyos poemas integrantes, también míos, glosan su vida y sus características literarias, su formación y sus concepciones e influencias literarias lo mismo que su historia. Los dos primeros son dos bustos gigantes, dos estatuas enterradas en la tierra, ambos de perfil, que representan al hombre que se hace a sí mismo y busca su eternabilidad en el recuerdo humano en su obra literaria. Son gigantes construidos por la intención de eternización de su memoria basada en una obra erudita y en la fama creada por ésta. El tercero, en primer plano es el hombre real que ha alcanzado definitivamente la mentalidad antropocéntrica renacentista que vive en la perfectibilidad platónica una existencia idealizada. El mundo está habitado por Atenea, la inteligencia, simbolizada ppor la lechuza que vuela a sus espaldas y que recorre y reina un mundo ya capaz de generarar vida en la creación (abundancia de césped al pie de las estatuas, flores y vegetación abundante, hasta un árbol a medida que nos acercamos a la idealidad bucólica en la que el hombre habita). El poeta muestra una evolución creciente, desde la influencia de Ausiàs March, del busto más lejano, escrito en catalán, de su primer renacimiento solo formal, a la primera influencia de mitología surgida de las lecturas sugeridas por garcilaso desde su exilio italiano, en la estatua central, con verso en castellano, y al triunfo definitivo de las infleuncias italianas del hombre cortesano en primer plano, alumbrado ya por la ppoesía italiana y la clásica romana y griega de sus últimos años.
El tercer plano nos muestra un locus amoenus (un lugar idílico), con vegetación abundante (flores, arbustos, hierbas y un ciprés) por el que pasea una donna angelicata hecha en caligrama y representando la belleza pura, inocente e inalcanzable razón contemplativa principal del Renacimiento petrarqueño regido por el amor platónico.
El amor es la esencia de la poesía petrarqueña que practica Juan Boscán y, por ello, a pesar de su angélica imagen vestida de idealidad clásica, se sitúa en el mismo universo que el poeta, soñador de una amada imposible y perfecta. Así surge el cuarto plano que integra la donna angelicata y su paradisíaco locus amoenus propiciador del amor en el lugar el que Eros-Cupido, armado de su arco y flechas y junto a la bella dama angelical, dispara al poeta bendecido por la inteligencia de la lechuza de Atenea, haciendo de éste un enamoradizo que acaba encontrando su donna angelicata en la madurez renacentista y en la figura real de Ana Girón de Rebolledo, la que será su mujer y su musa en la plenitud de su última etapa.
Así el poema, mi poema, diseña en mi dibujo el amanecer renacentista de una forma simbólica, una metáfora completa.
MANUEL MILLÁN CASCALLÓ
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