En este retrato de un hombre futuro, el hombre se acerca al robot, al automatismo controlado por la sociedad. La ciudad es un laberinto de bloques opaco y opresivo, que carece de ventanas ni puertas visibles. Es un hombre obediente, un cordero convencido y servil del sistema que le sustenta y le niega su libertad, pero eso no impide que se siga viendo a sí mismo como libre. Su vestimenta es un mono, modernizado, de trabajo. Es un consumidor perfecto para el sistema
MANUEL MILLÁN CASCALLÓ
MANUEL MILLÁN CASCALLÓ
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