En el desván de un mundo iluminado
habita la pobreza, el hambre cunde
y deja que la violencia funde
manadas de dolor y odio incubado.
Habitan en un suelo abandonado,
allí donde el hedor y el polvo inunde
el lugar y cuanto lo circunde
de un grito por mil sombras avivado.
Nuestra riqueza insulta sus sentidos,
esa que sin pudor les demostramos,
y si con cantos de sirena llamamos
a nuestros paraísos desmedidos,
en cuanto pisan nuestro frío mundo,
su sino es de esclavo o vagabundo.
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