Ampliemos el foco de la imagen ofrecida por el dibujo poemado Allí donde se encuentra mi yo mismo y hallaremos una nueva imagen que incluya el espacio soñado en la huida, un nuevo dibujo poemado que funde imagen y poema en una nueva visión contemplativa de la creación imaginativa en una concretización de la ensoñación que nos ocupa.
Un espacio imposible a pesar de que todas las imágenes lo sean. El hombre durmiente se enclava en un paisaje árido y sin vida, un planeta de montes, llanuras y cráteres como el que podríamos encontrar en alguno de los planetas solares o de sus satélites. Un sol ocultándose o despertando a la luz y dos satélites aparentemente muy próximos... No es el nuestro ni este tiempo ni en ninguno... Un astronauta y nave espacial vuelan en la ingravedad a una proximidad físicamente improbable pues una mínima gravedad, una mínima atmósfera, los estamparía contra la tierra, pero la imaginación creativa no es ni entiende de física real. En ella cabe todo. El deseo de huida de sí mismo y aquello que nos atrapa y nos frustra haya en la cretividad imaginativa el punto que hace posible el deseo y le da imagen concreta. Allí donde la consciencia y la lógica no podrían llegar, el subconsciente llega y da forma también a todos los paisajes soñados y ansiados y permite atrapar el paisaje en la delectación como en la pesadilla delirante dándole dimensión de tiempo inatrapable y eterno como de espacio infinito e inabarcable...
Y si la imagen, mi imagen así lo inventa, mi poema le da contenido lírico y reza así:
Allí donde el olvido alimente la belleza
en un éxtasis de serena contemplación
y la vigilia no distinga la razón,
huido de la histeria, habitaré mi cabeza
del zumo de la creación. Despereza
y amanece un mundo inédito, ilusión
de recovecos y lunas sin corazón.
Ni un alma en la árida planicie... Ni maleza
existe... Tan solo montes retorcidos
de olvido y de enigma, cráteres, nidos
de meteoritos que el cosmos regaló...
Volar sin fin, libre, este bello universo
donde la Naturaleza compuso el verso
y la ira y la ambición del hombre nunca pisó
MANUEL MILLÁN CASCALLÓ
El durmiente creador, soñador, se identifica con el astronauta en la ingravedad contemplativa, el paisaje adquiere una inmensidad estática y el sueño, como vehículo, como el subconsciente, se han convertido en una nave espacial anclada en el aire como en el tiempo y el espacio sin nexos... La huida completa el viaje allí donde la contemplación extática nos envuelve de paz capaz de columpiarse plácidamente en el vacío de lo desconocido y el miedo que impulsó la huida, la frustración, es ahora un eter placentero que da sentido a todo como el aire que se respira... Los recuerdos evocados de la imagen en sí se han fusionado con la necesidad y son nuestra escafandra de vuelo... Volar es posible ahora y partió siendo deseable... huir, soñar, flotar... para vivir, para vivirse y soportarse...
MANUEL MILLÁN CASCALLÓ