La asociación de Musa creativa y espiritual de una Donna angelicata se asociaba a una idea pura y virginal de la mujer, un ángel que nos alejaba del pecado y para eso, un mundo inspirado en el clásico pagano, escogió un ángel adolescente que conducía a la salvación eterna, virginal, inocente y puro pero claramente asexuado y ario: rubia, rostro virginal de frente despejada, ojos claros y labios rojos, de piel blanca marfileña y cuello esbelto de cisne que poco tenía de mujer y mucho de madonna. Su dicotomía ambigua entre la tentación carnal del varón amante, seducido de belleza y la ingenua pureza de la bella, la hacían inalcanzable, una belleza fría y solo para contemplar que no daba opción carnal alguna y todo ello bajo el pétreo yugo de una religión cristiana que había cometido a la mujer en tentadora y al pecado original en condena de la humanidad.
El pecado de la tentación estaba más en el enamorado que contempla que no en el objeto de deseo y la visión de la joven adolescente raya la pederastría más que la pureza y la visión blanca y rubia inmaculada el racismo y el clasismo. El primero negaba a la mujer en sí misma y el segundo a la fogosidad mediterránea.
El deseo, es por sí solo fuente de creación que mueve la imaginación y el sentido de maldad de esta habita más en el que ve el pecado por todas partes que en la rebelión moral que pretende. El hombre, el ser humano es antes que nada un animal, la tentación es un mecanismo natural para la perpetuación de la especie que nada tiene de obsceno y lo obsceno estará en lo descaradamente explícito y más en la seducción semidesnuda o desnudándose que en el desnudo en sí mismo.
Quien en el seno desnudo de una mujer que acaba de dar a luz ve un símbolo sexual y una objetualización de la mujer para un anuncio de natalidad, de jabones para madres o se escandaliza por ver una mujer desnuda para anunciar un gel de baño es quien está enfermo realmente de obsesión mental y la desnudez es belleza que poco tiene que ver con la pornografía a la que se asocia si no tiene más que desnudez y no gestos o historias provocativas y lo mismo se puede decir de la imagen del hombre.
En la segunda parte de mi Joan Boscà i Almugàver, senyor de Cubelles. Cultura i Renaixament, aún proceso, tanto yo como Anselm Cabús nos proponemos rescatar, entre otras cosas, aquellas visiones tópicas del mundo para reinterpretarlas y una de ellas es la de donna angelicata como musa de creación estética. Ya hemos visto en este mismo blog reinterpretaciones del amor que nos acercan a una visión más sensitiva, la renovación del tópico acercándola a la sensualidad explosiva mediterráneo como la esterotipación de la pureza angelical convertida la mujer ángel en deletérea bailarina clásica, Venus de ébano sería la rotura total de aquella mujer ángel en su antítesis plena. Si aquella era de melena rubia en tirabuzones, está de melena negra azabache y pelo lacio; si aquella era blanca nívea y lívida aria está es de piel negra chocolate y afro. Si aquella era de ojos azules , grises, verdes... claros, está los tendrá negro zahíno; si aquella pudorosa y vestida hasta hacer invisible su cuerpo, mutilada en su sensualidad, esta posará desnuda, será una mujer plena de formas orondas y sensuales inequívocas y no por ello será la representación del pecado ni de la indecencia porque esa habita en la obsesión enfermiza y libidinosa de quien ve en todo cuerpo desnudo el pecado ni hay mayor castración de la libertad de la mujer que quien la oculto oculta por completo.
La letra del poema que integra este pictocaligrama, mi poema acudirá a esta misma visión de musa y a su descriptio puellae antitética de la clásica, porque una musa, ante todo, es aquella que te inspira a crear belleza antre otras cosas a partir de la que ella misma ofrece como belleza inspiradora:
Venus de ébano, ardiente tú y sensual
inspiración que el cielo de las curvas
diseñó de hipnosis pura, me turbas
liberando en mí el fogoso animal
que en la prisión consciente y asexual
dicta las normas. Cruzaría turbas
y selvas por ti, enderezando curvas
de caminos retorcidos sin final
con tal de verte. Tú, piel tostada...
Negro azabache tu firme melena
sobren tu amplia frente combada,
grandes ojos de abismo, selva plena,
ancha nariz remangada y tu boca
de grandes labios carnosos me evoca
la pasión húmeda y sensual.
Tu lengua indagadora es un imán
que me arrstra a tu pozo capitán
de mi deseo furtivo, animal.
Del tobogán de tu cuello a la sal
de tus esferas mis ojos se van,
deslizándose en el edén do están
los montes de un espacio sideral,
el columpio de tus amplias caderas
y el abismo del cráter de tu cielo
con las llamas de amor más placenteras
con la lava de los dioses en celo
y el oro más preciado y más divino:
el elixir de la vida y su vino...
Y más allá de los prietos planetas
inversos, dos columnas torneadas,
por la misma lujuria alimentadas,
que el vértigo esculpió ya tan completas
de curvas sinuosas que las veletas
no pueden más que hacerlas señaladas,
curvas que al fin, todas ya completadas
resumen la hipnosis de los ascetas
ante la contemplación de la Belleza
que en ti se resume continuamente
en éxtasis de la contemplación.
Con tu visión se esfuma la aspereza
y el deseo funde en mí una demente
explosión de ardiente inspiración
que de ti fluye en pureza y verso
o en locura de amor con su universo,
una Venus de hirviente pasión.
MANUEL MILLÁN CASCALLÓ