En este cuarto centenario (o cuatrocientos aniversario) de la muerte de nuestro más insigne y universal escritor, don Miguel de Cervantes Saavedra, sería un pecado no glosar ni recordar al autor ni su obra, desde sus dos Quijotes y sus Novelas Ejemplares o sus Trabajos de Persiles y Sigismunda (su novela póstuma), pasando por sus entremeses, tragedias y comedias, su Viaje al Parnaso, La Galatea , sus primeros poemas, dedicados a la difunta Isabel de Valois, esposa de Felipe II o su Epístola a Mateo Vázquez. El hombre al que una bala de arcabuz dejó inmovilizada su mano izquierda en Lepanto, que fue esclavo en Argel y Orán y visitó cárceles y pasó penumbras que tuvo el ingenio de escribir obras memorables e insuperables. A él le dediqué mis versos ya en el cuatrocientos aniversario de la publicación del segundo tomo del Quijote (El ingenioso caballero don Quijote de la Mancha) tan solo hace un año y al que ahora dedicó este caligrama más pictograma caligramático que caligrama) cuyo poema, al igual que otro largo poema en octavas reales, dedico este poema glosando su figura. Mi pictograma extiende mi poema en series de sonetos con colofón en una estrofa eneáfora de serventesio más quinteto. (Y no será el único ni dedicado a Cervantes ni a otros grandes literatos, porque este año, amén del cuarto aniversario de la muerte de Cervantes, lo es también el de la muerte de Shakespeare, como también celebran aniversario centenario, el Inca Garcilaso de la Vega, Rubén Darío, muerto en 1916, el año en que nació Camilo José Cela y en el que Juan Ramón Jiménez escribió, en su viaje de bodas, y publicó su Diario de un poeta recién casado, que arrastró a los jovenes poetas, y especialmente a los de la Generación del 27, a los vanguardismos poéticos).
El poema que integra el caligrama, reza así:
Parnaso de las Letras Españolas
que al hombre descubriste en sus dos partes:
la loca soñadora con sus artes,
que el delirio la razón hace de olas
que chocan contra el duro rompeolas
de la Realidad que juzgó Descartes
que sólo la conciencia con sus artes
podía iluminar con sus farolas.
El mucho conocer fantaseaba
si todo era delirio en las lecturas,
aquellas que inventaban aventuras
que la mente de verdad disfrazaba
cuando fundía sueños y hechos ciertos
y urdía historias locas con despiertos
ojos hipnotizados de leyendas.
La otra, comodona y realista,
que impone su razón materialista
para encontrar riquezas y prebendas
que abunden en placeres y, sin vendas,
huyan de aquel peligro equilibrista
que rompa paz y sosiego y su pista
mengüe fama y dinero y estupendas
vivencias que sin riesgo nos confortan.
Cobarde más que prudente, sencillo
y refranero, ambicioso martillo
de ajenas riquezas que nos reportan
los pingües beneficios terrenales
pero causa también de muchos males.
Mas al tiempo, Quijote sancheaba
y se hacía Quijote Sancho amigo
descubriendo en la ambición su enemigo
pero en la aventura el placer que ansiaba.
Y no fue solo eso cuanto alumbraba
el ingenio de un Cervantes testigo
de aquel mundo que convivió consigo
y de penurias se autoalimentaba
para escribir ejemplos de novelas,
novela pastoril, rimas comedias,
entremeses, novela bizantina
y tragedias escritas a dos velas...
Por tanto ingenio nos dejaste a medias
de leerte aún más de tu musa divina.
¡Oh, Cervantes, poco es todo homenaje!
El tiempo no borró tu genio cierto
y viaja en tus escritos su equipaje
y en ellos vivirá siempre despierto.
Donde haya algún Quijote aventurero,
habrá un lector prendado de ese suero
que en tus obras se meza de dulzura
y halle en ellas deleite primero
que a sus males de diversión y cura.
MANUEL MILLÁN CASCALLÓ
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