sábado, 3 de octubre de 2015

AQUELARRE

Si he estado ausente durante dos meses no es por algo distinto a las urgencias de la vida. Mi mujer sufre un colangocarcinoma hepático y me he visto atrapado en la marea de la supervivencia. Prisioneros de un hospital o los cuidados que bienvenidos serán si sale con bien de este trance, no he dejado ni un momento de crear poemas y relatos, pero hacer caligramas ya es otra cuestión. No se pueden urdir sin espacios de paz y serenidad, a oscuras o sin tiempo y a pesar de que escribir ha sido una constante que ha dado cientos de poemas sentidos, difícilmente las sinuosas líneas del diseño se abren paso a la incomodidad, el cansancio o la premura. 

Muchos han sido los tiempos y los espacios recorridos, dejaré tan solo un trazo sugerido por la visión de la muerte como esperpento que nos amenaza (es uno entre los muchos), pero no será un retrato surcado de imágenes sino de palabras que la sugieren. 

Aquí os dejo mi AQUELARRE, no porque sea el mejor, o la síntesis de un delirio, sino porque es el último de una larga serie de ellos con la Muerte danzando su carnívora infamia:

Desciende la escalera a los Infiernos...
Calor y frío se acumulan tercos,
círculos concéntricos, muros, cercos
donde se funden veranos e inviernos,

calderas de emoción, hordas de cuernos.
Lo que fueron ángeles son ya puercos
danzando eléctricos entre los cercos
al tam tam de Satán y de sus yernos.

Las llamas han de danzar tan frenéticas
como los brujos en derredor, locos,
y tu furor de asteriscos ardientes

desprenderá diez mil ondas magnéticas,
diamantes a la luz de claros focos:
la orgía de tus sinuosas serpientes

MANUEL MILLÁN CASCALLÓ


Allí danza la Muerte en su esperpento, la caníbal, la asesina en serie disfruta de su Reino de fuego y de hielo donde los acerados cuchillos de las llamas rompen la negra zahína oscuridad nocturnal con la hipnótica Luna presidiendo desde su balcón celeste esta danza eléctrica mientras luce su infinito manto de brillantes...

Es la plástica de la desesperación y no la del magnetismo la que te incita a vomitar tus frenéticos fantasmas para que no cumplan sus oráculos hasta que las guadañas del reloj no hay dando completos los giros de su vértigo maldito. Y eso ha de ser, eso será en otro momento.


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