Tomando el oso como símbolo de la Naturaleza y como símbolo de la misma que el hombre ha tomado como claro objetivo de una lucha sin cuartel, primero por la supervivencia y la vivencia y finalmente como objeto del desprecio del medio en aras de la ambición y el capricho humano, el poema, mi poema, se convierte en caligrama con la figura del oso. Uno y otro se convierten en símbolos de la Naturaleza, y con ella, de la belleza, la paz, la libertad y la vida.
De paso, ruega por la conservación de una especie hermosa y noble, incomprendida por ceguera y la ambición depastores, ganaderos, campesinos, leñadores y cazadores y no digamos por grandes empresas de construcción, esquí o madereras y papeleras.
Mi caligrama y mi poema no pierden relación con el anterior, Beatus ille, que también se fundamentaba en un canto equivalente a idénticos presupuestos.
El poema Oso, reza así:
Parsimoniosa tu parda figura
se recorta oronda en la áurea ladera
con tu abrigo de piel como bandera,
olisqueando bayas y miel secreta,
frutas del bosque y cuanto a tu amplia dieta
te ofrezcan el verano y primavera
y el otoño hasta que el frío te hiera
y a invernar en la cueva, el hambre te meta
tu corpachón peludo de hambre inmensa.
Rey del bosque fuiste, amo de la fuerza,
señor del monte y la pradera eterna
de la glotonería y la defensa
de la osa madre a su cría tierna
a quien pone a prueba que su ira ejerza.
Fuiste bonachón, lleno de paciencia
con tus crías, juguetonas y bellas
mientras compartías bosque y estrellas
paseando tu hambre como ciencia.
Llegó el hombre y disputó tu presencia,
hasta por tu antro presentó querellas
y exageró tus iras y tus mellas,
disputó tu trono con vehemencia,
destruyó tus bosques, dejó en el monte
el rastro de tu huella y tu horizonte
y, aún así, te acusa de matar reses
quien solo de ambición siembra misera
y, con ella, planta, de ira, mieses
de avaricia, de violencia y de histeria.
En ti, yo canto a la Naturaleza,
tu fuerza, tu tesón y tu nobleza
que han de sobrevivir a la locura
de este hombre tan sin freno y sin cabeza
que ha perdido, en la ambición, su cordura.
¡Y que venza la vida a la vileza
y pasee en libertad tu figura,
paciente y retozón, montaña arriba,
paradigma de la nobleza viva!
MANUEL MILLÁN CASCALLÓ
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