Como un aspiración de perfectibilidad, un locus amoenus de delectación, el paisaje se ofrece desde donde parte la gravera que antes fuera morrena y es su huella de partida allí donde nace la larga lengua para arrastrarse ladera abajo desde poco más abajo de la cima. Desde allí el hombre, el montañero contempla la belleza, el logro de la ascensión y la cercanía celeste de lo divino. Ni el peso siente de su mochila, sólo el éxtasis de la contemplación allí donde mire... Caligrama y poema míos se funden para ensamblarse en imagen y contenido y el poema, mi poema dice así:
Roca tras roca herida por el hielo,
de la tierra surgieron, de la tierra,
de la misma piel punzante en la sierra,
escalando lentamente hacia el cielo.
Soplaba el viento, agudo violoncelo.
Fue ventana y grito que nos aterra,
fue la melodía de paz que encierra
la suprema belleza en su consuelo
y, frontera entre lo humano y divino,
fue helado desierto y nevada cumbre,
envuelto en la niebla, espectro sin lumbre,
bella ensoñación de mi meta y sino
sobre las frías aguas encumbrada,
laguna de cristal nunca empañada.
Y ante aquella visión de paraíso,
al tenaz montañero le agasaja
la espléndida visión que ansioso encaja
extasiado de belleza y conciso.
En la hermosura, el pico no es remiso
y pugna en compartir cada adaraja
de césped que, de helado, en pura paja,
allí donde se siembra, grava en friso
que pugna por lanzarse hacia el abismo
como un camino abierto hacia el infierno
allí donde se opone con el invierno
un hirviente estío de silogismo
cuando arde el Sol y se hace puro fuego,
quizás el mismo día y como un juego
MANUEL MILLÁN CASCALLÓ
Y como el poema y la imagen en el caligrama, montañero y montaña se funden en sus sensaciones de voluntad férrea, de belleza, de ímprobo esfuerzo en la ascensión, de extremo clima entre la nevada, la helada, la ventisca o la emboscada y umbría niebla y la soleada y colorida luz ardiente del Astro Rey en su trono y dominios plenos con una meridiana distancia entre el frío glacial y el calor sofocante tan solo separados por unas horas como por largas horas de borrascas frente a otras anticiclónicas tan meridianas como sus extremas estaciones de verano o invierno. Allí todo es grande, extremo...: La belleza, el peligro, el esfuerzo, el éxito o el fracaso, la altura hiriente y acerada de su cima y el abismo insondable al pie de su ancha falda, plisada y sembrada de recovecos como de sensaciones fuertes e impagables... Dramáticas o divinas y sibaríticas
MANUEL MILLÁN CASCALLÓ
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