En esta Tierra, en este Mundo, en esta Vida, las tornas se han ido maleando hacia la incertidumbre y la agonía. Si fue una Tierra de Paz y de Libertad y de Seguridad, en lo que a lo próximo a mí, a mi entorno, se refiere, ahora se ha tornado en algo inseguro, airado, plagado de sombras que acechan y sospechas. Un lugar en el que los dedos te señalan si no eres como se supone que debes ser según tu entorno. Una telaraña gigantesca nos ha atrapado y, hoy, Cataluña es un mundo asfixiante cargado de recelos y de supuestas verdades absolutas que nunca lo fueron, porque la Verdad no existe más que en el hecho y todas las palabras que lo envuelven no son más que barreras que fabrican nuestras consciencias y nuestra percepción del mundo, de la vida y de cuanto existe, y por lo mismo, fabulaciones nuestras. Atrapado estoy en esta red que nos asfixia, que nos intoxica, que nos urge y que nos hace, en mi caso prudentes, como en el de otros, ira histérica y zumo patriotero de banderas.
Las banderas hincadas que nos aprisionan y nos apresan en esa maraña de enseres insustanciales a los que se les ha revestido de dimensiones colosales que ni tienen ni merecen.
Esta sensación claustrofóbica y angustiosa es la que refleja el caligrama en su imagen y en su poema. Mi imagen, mi poema y la fusión de ambos en mi caligrama.
Atrapado estoy en la telaraña que urden políticos, partidos, vecinos... Constituidos en vorágine censora, hambrienta y caníbal que amenaza desbordarse de sin sentido.
Y si la imagen, conmigo atrapado en la caja ataúd propiciatoria para el letal veneno de la insidia y el colosal monstruo al acecho, el poema que se camufla en tarántula y telaraña se certifican en contenido, sensación y sentimientos.
Así reza mi poema:
En sombras tenebrosas se ha teñido
mi mundo, el Mundo y cuanto me rodea.
Y lo que no es dolor, es gris hastío
o telaraña que todo lo enreda.
El tiempo y el espacio se han reñido
y la armonía, enferma, no recrea
la Paz ni el gozo, preso y reprimido.
La Libertad por todo se pelea.
Todo lo estable se ha hecho movedizo
y el movimiento, inercia ya sin freno:
el suelo, pozo, abismo que se empeña
en caer, esófago quebradizo,
bajo un cielo gris, macizo y obseno
sin otro sol que el fuego de la leña.
MANUEL MILLÁN CASCALLÓ