Catalunya avanza en el delirio de serse a sí misma hecha grito en la calle. Poco importa ahora la ilegalidad del referendum, la defensa de los ilusionados de las urnas frente a las porras, el desquiciamiento y el odio desatados, los miedos y los tiras y aflojas y el que se hayan inventado votos de urnas retiradas que probablemente no lleguen ni a los cien mil, ni que mucha gente que no deseaba la independencia no fuese a votar siguiendo las consignas de partidos constitucionalistas y dando alas a los que sí lo hicieron. Yo fui a votar que no, y no me arrepiento. El referéndum, no este, que tuvo más de esperpento que de referéndum, debió de existir y pudo existir con la paciencia que necesita un cambio de este calibre. Nadie la tuvo y la intransigencia se impuso. La suerte está echada, aunque no sea la deseada por mí, como tampoco lo era la aplicación del artículo 155. Este interminable round ha terminado escuchando a los airados y a los desilusionados que la ansiaban como a los intransigentes que lo promovieron. En un juego de errores, de estratagemas y de amagos de diálogos que ningún bando quería, y menos los ahora vencedores, que siempre lo plantearon como un chantaje, la República ha nacido para unos y Dios quiera que no sea para echar a los otros de esta tierra que es su tierra tanto como la de los otros.
El surrealismo y la histeria han dado la imagen real de los catalanes que han promovido la República y que niega el seny tópico que los catalanes se arrogan, ¡De qué nos extrañamos!, el mundo funciona con el corazón, con el estómago, con la ira, con la venganza... pero no con el diálogo ni con la razón y vamos a suponer que el pueblo ha decidido más allá de la incuestionable manipulación a que le han sometido unos y otros, la economía, el miedo escénico y los medios de comunicación.
Los tiempos han desatado un ser delirante y cargado de fantasía e ilusiones que lucha contra los gigantes y los monstruos que se inventa o que se imagina. El tiempo dirá hasta que punto, pero ahora, Catalunya cabalga como un Quijote en su mundo imaginario. Así lo representa la imagen de mi caligrama y así lo identifica el poema, mi poema que lo certifica:
Y fuese más Quijote que Quijote
quien negaba ser España en delirio,
quien decíase ser prudente con lirio
y pacífico sin darse el pegote.
Más España que España y Balazote,
hecho bicha taurina y con su cirio,
con la ira tozuda cual asirio,
convertido en justicia con azote,
asolando molino de viento y ventas
que imagina castillo y atacando
rebaños que cree huestes del Maldito.
E imagina que tendrá buenas rentas
futuras cuantas se van ausentando
por el miedo al presente que ha hecho un grito.
MANUEL MILLÁN CASCALLÓ.
Durante este tiempo, mucha poesía he escrito dando rienda suelta a mis sentimientos en tiempos tan agitados pero en los que ha quedado claro que la Libertad ha dejado de existir en un mundo convulso en el que exponer la opinión es exponer el cuello y más ante el palpable pensamiento único de los independentistas. Nada tengo contra la República Catalana ni contra España ni menos contra los españoles ni deserto de ellos ni mucho menos los aborrezco... Tampoco a nacionalistas o independentistas. La opinión es algo personal e incontrovertible e idiosincrásico que yo siempre respeto y no solo por lógica, por educación sino por ánimo mismo. Ninguna opinión ajena me sobra ni me enerva por mucho que yo no la comparta.
Finalmente he optado por exponer un segundo caligrama que apuntala lo que ya expuse en Ahora.
MANUEL MILLÁN CASCALLÓ