Castillos en el, cábalas que buscan sus orígenes y encuentran en las sombras, fantasmas del pasado y latidos de la tierra. Como las aves vuelan los ensueños buscándose a sí mismos.Una ciudad de recuerdos pueblan la niebla. Laten intermitencias de luz, flashes de la memoria, anclas atadas a los fondos ancestrales de las historias pasadas y entre las ruinas y de ellas, surgen, deshilvanadas entre las ráfagas de viento las voces que buscan su sentido,los cuerpos que habitaron y los instantes que las provocaron y el tiempo en que existieron...
La realidad sugiere, el sueño se enreda en las imágenes y en las palabras que otrora tuvieron sentido y ahora son cuerdas y cadenas que desde el pasado acuden al presente.
El caligrama presenta el poema, mi poema, apresado en la imagen parcial de un castillo, que excita la imaginación sin dejar de ser mazmorra de los sentimientos y sensaciones que despierta. Su misma hermosura es su contradicción, que no deja otro nexo que no sea el mismo castillo que atrapa el poema... Sin suelo ni paisaje, corta la muralla y la torre del fondo como el edificio central. Solo la torre, debatiéndose entre la vigilancia de su origen y la estilizada belleza palaciega. Su puerta nos desubica de la normalidad castrense.Una puerta inesperada a su contenido, pero el poema repta por los agudos tejados y las paredes del trozo de edificio a la vista del enfoque. Porque, los sueños son también,como los poemas, fragmentos de un cosmos más inatrapable, aspectos y planos, enfoques atados a su instante y a su sensación concreta, enfocados en su hiperrrealidad y desenfocados respecto a la totalidad de la que han sido extraídos como las preparaciones que colocamos en el microscopio.
Así el poema viste la imagen enfocada y reza así:
Castillo en el aire…
Vuela quimera.
Tu sombra del pasado
es la que cuenta
las historias
perdidas, las leyendas
de otro tiempo y de
otra tierra.
Tu voz me llama
de la profundidad de
la tierra
oscura, negra de
pasiones.
Aves que al cielo
vuelan,
buscando van su
sombra gris
reptando el suelo
frío.
Espectros son que van
sin alma cierta.
Busca, puñal celeste,
tu alma
entre las casas
de esta ciudad
dormida.
Las agujas de tu
reloj
clavan, agudas, tus
espinas.
Huyes en el aire
sucio y triste.
Olvidadas, pero nunca
muertas.
Su latido emerge del
suelo
abatido por el tiempo
con todas vueltas
que estrangularon
ahoras de tinieblas.
Emergen tus torres
reivindicando guerras
arrastradas por el
viento,
ya cenizas de un
acaso
que frustró la mano
más fuerte y la más
violenta
MANUEL
MILLÁN CASCALLÓ