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El caligrama me representa como un termo que guarda el grito de mi ardiente obsesión. De rojo sangre de dolor, taón, cúpula, y cuerpo se derrama hacia el mundo y crece negra la sombra de la duda avanzando al hacia el abismo del mundo plano y sin matices que le sustenta. Éste, un mundo deshumanizado. Allí donde sus sombras limitan con la nada, el horizonte se dicta a sí mismo lapidariamente:
El horizonte es ya una línea que fusiona el sinsentido (en mí, en el Mundo carnívoro y voraz que me devora, sólo estómago, sólo dientes... Devorándome como a todos sus hijos que nacieron desde que el Mundo es Mundo y cielo natural e infierno gris de asfalto y colmenas de acero y cemento... abocado a destruirse entre su bilis)...
desaparecen entre brumas las distancias y se agranda el pozo infinito de la Nada...
Mi prisión es ésta... La de todos los hombres que fueron, que son, que han sido y que serán hecha de mundo carcelero y juez y de carne que avanza hacia su inalterable muerte de cada uno de los que lo poblaron, lo pueblan y lo poblarán... Dolor que se hace pared de hueso y chicle de cerebro vestido de piel...
MANUEL MILLÁN CASCALLÓ
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